Aunque las comparaciones son odiosas, me alegra vivir cerca de un parque, ya que me recuerda a la primera vez que viví solo. Si bien es verdad que el piso no era gran cosa, el camino hacia él nunca me dejaba indiferente.
Dentro de la urbanización, el camino que llevaba al edificio que albergaba mi casa hacia eses, como se tratara de una serpiente de cascabel que se quisiera escurrir entre el césped cuidado que estaba junto al parque donde jugaban los niños, o como si quisiera seguir reptando hasta la parte más alta, donde se veían las estampas más bonitas de la ciudad.
Muchas veces odié ese paseo, ese camino que me hacía pensar en lo que echaba de menos a ciertas partes de mí mismo que brillaban por su ausencia; sin embargo, ahora que lo veo desde lejos, era un camino agradable que significó el comienzo de muchas cosas.