Volver a ser autónomo: seis meses después

Muchos conocéis la historia de los docentes que no trabajan en un puesto fijo o que son contratados para la «temporada»: pasan un verano a duras penas para que llegue septiembre con buenos cursos, muchos alumnos y, lo más importante (aunque hace años dijera que no), un sueldo «apañao». Pues eso esperaba yo que me pasara el pasado septiembre. Después de tocar en muchas puertas, lo peor se hizo realidad: a final de mes todavía no tenía nada atado. Coincidía también que se me acababa la prestación por desempleo, así que tuve que tomar una medida radical: postularme como autónomo.

Ya había sido autónomo con anterioridad; de hecho, lo había hecho, incluso, compatibilizando mi trabajo como freelance como por cuenta ajena. Sin embargo, debo decir que mi prioridad no pasaba por volver a trabajar como profesional independiente, sino trabajar en alguna empresa de forma interna. La verdad es que el verano lo pasé bastante mal. Sin cursos, sin apenas paro (por una negligencia que ya contaré en otro momento, pero que tiene que ver con unos negocios que no me gustan) y con una autoestima por los suelos. Es lo que tiene basar tu valía en el trabajo, supongo.

Es verdad que había habido alguna promesa a medias durante los meses estivales, y que las veía con optimismo (porque tampoco me quedaba otra), pero se quedó en nada. Los motivos son variados, pero, al ser cosa del pasado, tampoco me compensa mucho pararme en esto. La cuestión es que vi un filón en volver a ser autónomo, ya que muchos cursos que pedían ciertas consultoras de formación requerían que fueras freelance… así que me tiré a la piscina.

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Tenemos que hablar… de la inteligencia artificial

Hay temas que son difíciles de abordar, precisamente por las problemáticas que supone no solo hablar de ello, sino también tener visiones extremas acerca de estos temas. En otros artículos de la serie «Tenemos que hablar» hemos abordado temas como los certificados de idiomas y de un tema tan crucial como los trabajos de fin de grado. Hoy vamos a hablar de un tema tan complicado como revolucionario: la inteligencia artificial, que está convirtiendo el panorama del campo de los proveedores de servicios de idiomas… y no especialmente desde un punto de vista positivo.

En la actual revolución tecnológica, la inteligencia artificial ha irrumpido en el mercado de la traducción prometiendo eficiencia y precisión sin precedentes; sin embargo, este avance no se libra de las críticas ni de las (obvias) preocupaciones para los traductores humanos. En este artículo, vamos a explorar de manera crítica el impacto de la IA en la traducción e interpretación, además de ofrecer una revisión de las luces y las sombras que se proyectan sobre el panorama lingüístico actual y futuro.

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Ventajas, desventajas y posibilidades de la enseñanza online

Aunque parece que la pandemia del 2020 nos queda lejos, todavía quedan algunos resultados de aquel parón total del mundo, que hizo que nos replanteáramos ciertos aspectos de nuestra vida tal como la conocíamos. En el mundo de la educación, por poner un ejemplo ilustrativo y cercano, los profesores se tuvieron que convertir en expertos del mundo digital de la noche a la mañana, algo que ya iba exigiendo el puesto y el contexto educativo desde hacía bastante tiempo, pero que, en un momento como el que vivimos hace ya casi cuatro años, se tenía que hacer contrarreloj.

Por la crisis del coronavirus —que, como digo, parece que queda superalejada del momento actual—, las casas de todo el país (y diría que, incluso, de todo el mundo) se convirtieron en aulas particulares, en las que los padres, gracias al teletrabajo y a estar en casa, pudieron realizar su labor de tutores en muchísimas ocasiones. Estaba claro que habíamos dado un paso que no podíamos desaprovechar: habíamos dado un paso a la educación online de forma generalizada.

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Productividad al rescate: la técnica del bloqueo del tiempo

Después de unas navidades un poco convulsas, mucha gente se pone manos a la obra con los propósitos de Año Nuevo. Sinceramente, yo este año ni lo he intentado, pero me gustaría continuar con los hábitos buenos que ya estaba teniendo. Siendo autónomo es complicado hacer muchas cosas a la vez y, en la sociedad actual, donde la multitarea y las distracciones son omnipresentes, la productividad se ha convertido en un desafío cada vez mayor. El ritmo de vida que llevamos, sumado a las interrupciones constantes, puede hacer que nos sintamos agobiados y cansados simplemente con planear nuestras tareas. Por eso, es crucial adoptar estrategias efectivas para optimizar nuestro tiempo y alcanzar nuestros objetivos de manera más eficiente. Una de las técnicas más eficaces para lograrlo es el bloqueo del tiempo, un enfoque estructurado que nos permite gestionar nuestros quehaceres de manera más productiva y organizada.

Antes de adentrarnos en la técnica del bloqueo del tiempo, es importante entender por qué la productividad es un factor clave en nuestra vida diaria. Aunque ya hemos hablado de la productividad en otros artículos, hay que recordar que ser productivos nos permite aprovechar al máximo nuestras habilidades y recursos (que son limitados), nos ayuda a lograr nuestros objetivos y nos brinda una sensación de satisfacción y logro personal. Además, la productividad también está relacionada con una mejor gestión del estrés y una mayor calidad de vida, debido a que, si terminamos las tareas a tiempo o de forma escalonada y tranquila, no causamos ningún pico de ansiedad que nos pueda desequilibrar en nuestro día a día.

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Razones por las que el Máster de Profesorado no es lo que buscas (y una por la que puede ser una buena opción para ti)

Hace ya un tiempo que llevo viendo cómo profesionales de diferentes sectores ven en el Máster de Formación del Profesorado una salida sólida a sus problemas laborales, debido a la supuesta estabilidad que ofrece la docencia (y que ya vimos que no se cumplía). No obstante, es importante tener en cuenta que esta opción no es para todo el mundo, y, sin embargo, sí que hay personas para las que esta formación en concreto es la indicada. Aunque pueda parecer una opción atractiva en cuanto a seguridad laboral, la verdad es que —al menos, en mi opinión— hay aspectos fundamentales, como la pasión y la vocación, para tener éxito en esta profesión.

En esta nueva edición de «Razones», después de hablar de otros aspectos laborales y personales (como el trabajo con academias, ser autónomo, opositar o trabajar como profesor), exploraremos las razones de peso por las cuales el Máster de Profesorado puede no ser la elección adecuada para todo el mundo, y también presentaremos una razón por la que estudiar este máster puede ser un acierto.

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Todo lo que aprendí siendo autónomo

Durante los últimos meses, he estado solicitando oferta de trabajo tras oferta; de hecho, he tenido que adaptar mi currículo varias veces porque había que añadir elementos o quitar otros que se habían quedado demasiado antiguos. Sea como fuere, en la última versión he añadido un punto que había dejado pasar en otras versiones anteriores, y es que fui autónomo.

No es que me avergonzara de ello, evidentemente, sino que consideraba que mi experiencia como profesional independiente no se ajustaba al 100% con el perfil por el que estaba postulando: el de la docencia. Ya hemos hablado en otros pasajes de este diario que la docencia y yo ya no somos tan buenos compañeros como antes, porque hemos pasado una relación un poco tormentosa a lo largo de los años, pero este no es el caso que vamos a tratar hoy.

Cuando trabajaba por cuenta propia, centré prácticamente la totalidad de mi tiempo en trabajar. Trabajaba mucho, trabajaba bien y en unas condiciones bastante asequibles. La verdad es que tuve bastante suerte. Debido a mi proyecto Diario de un futuro traductor, tenía bastante contacto con varias empresas y profesionales del sector, por lo que a través de esas relaciones, tuve mis primeros contactos laborales.

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Una página en blanco

El inicio del curso es, prácticamente, como si fuera una página en blanco en la que poder escribir nuevas historias, aunque, por suerte o por desgracia, estas historias me son familiares: exámenes que no suceden, trabajos que aparecen y desaparecen, y un bolsillo lleno de proyectos que hacer en estos meses venideros. El problema, como siempre, es ver por dónde hay que caminar para seguir haciendo el camino.

Hace unos meses hablé de la importancia de la salud mental en entornos personales y laborales, y, de hecho, la terapia me ha hecho darme cuenta de muchos aspectos de mi vida que, a lo mejor, no iban en el camino correcto. El primero de todos fue el síndrome del impostor, que tanto daño nos hace a la gente de la generación milénica, en general, y a los que tenemos profesiones relacionadas con los idiomas/las humanidades, en particular. Hay otros aspectos laborales, como la insistencia por la docencia, incluso siendo un trabajo al que ya le había visto sus pros y sus contras, que me han hecho darme cuenta de que necesitaba ampliar horizontes y conocimientos, y así tener una experiencia personal más plena.

Sea como fuere, toca seguir para adelante y os comento un poco cómo han sido estos últimos meses, que han venido cargados de cosas por contar y de idas que plasmar en este diario de a bordo, que, por cierto, cumple ya ocho añazos. ¡Y por muchos más!

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Un mes de cambios

El transcurso de este «curso» ha estado repleto de cambios y giros inesperados en mi vida laboral. Ha sido un periodo lleno de reencuentros con antiguas empresas y también de enfrentar inestabilidad laboral. A medida que nos acercamos al final del año escolar y se avecina el verano, me encuentro con una lista interminable de proyectos que me gustaría desarrollar. Sin embargo, este es también un momento para reflexionar sobre los meses anteriores, en los que he trabajado arduamente y me he enfrentado a nuevos desafíos.

A pesar de haber trabajado intensamente en diferentes proyectos, me encuentro en una situación parcial de desempleo en la actualidad. No obstante, esto no ha reducido ni un ápice mi entusiasmo ni mi determinación por encontrar nuevas oportunidades laborales. Actualmente, buscar trabajo es una prioridad para mí en estos momentos, pero, mientras, aprovecho el tiempo para descansar y reflexionar sobre mi trayectoria profesional.

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Tenemos que hablar… de los TFG

Hay proyectos que dan como finalizada una etapa, y también algunos que comienzan otros momentos de la vida. La importancia de llevar a cabo ciertos planes hace que nuestras vivencias sean más interesantes, puras, o, simplemente, satisfactorias a ciertos niveles. Hoy empiezo (o continúo, mejor dicho) la sección Tenemos que hablar… con un proyecto que da como terminada la etapa universitaria del grado: el trabajo de fin de grado.

Hace bastante tiempo que veo comentarios al respecto de esta asignatura del curso final del grado, y la verdad es que lo que tengo claro es que hay sentimientos encontrados. Para algunos, es un proyecto para terminar la carrera con un buen sabor de boca, y tener la máxima nota posible es el objetivo principal; para otros muchos, sin embargo, es un trabajo innecesario y problemático. Esto me hizo pensar si realmente los trabajos de fin de grado tienen sentido, o si de verdad hace falta demostrar, una vez más, la valía del estudiante.

Hay un aspecto de los trabajos de fin de grado (TFG) que me recuerda un poco a las oposiciones: los alumnos se juegan mucho, se ponen delante de un tribunal que, en un momento determinado de sus vidas, juzga lo que han aprendido y cómo lo han aplicado a un determinado contexto. pero ¿de verdad demuestra eso? ¿De verdad todos los alumnos deben estar cortados por el mismo patrón?

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La importancia de los proyectos

No es raro comenzar el mes de enero con muchos proyectos y propósitos. Es normal que, en los comienzos de ciertas etapas, como pueden ser los años, obtengamos cierta motivación para cambiar las cosas que no nos gustan, o ponernos las pilas con las cosas en las que nos queremos comprometer más de la cuenta, o, simplemente, continuar con las rutinas que ya teníamos. Pero claro… estamos en abril, y hace unos días, emprendí (de nuevo) un proyecto que había dejado a medias: las oposiciones.

Tenía la sensación de que era algo que me debía, en cierta manera, porque era algo que me había propuesto en septiembre, cuando empezaba el curso, aunque sabía que se me iba a dificultar la situación porque estoy viviendo un momento un poco complicado. Como muchos jóvenes, sufro de una ansiedad basada en la inestabilidad socioeconómica, laboral y —¿por qué no decirlo?— mental.

Es verdad que sé que tengo la suerte o el privilegio de contar con una situación en la que todo me sale, más o menos, tal como debería. Hace tiempo que no puedo ni quiero parar de trabajar (de hecho, ya he tenido que rechazar alguna que otra oferta porque no me da más la vida), pero también es verdad que el hecho de que ir cambiando de empresa cada cierto tiempo es también un evento muy cansado.

Uno ya va teniendo una edad y va queriendo tener una rutina, saber lo que la vida tiene para ti en forma de hábitos laborales y sociales. Creo que es una de las cosas que me calmaría la ansiedad recurrente que tengo, y también que me ayudaría a terminar de una vez por todas con la inestabilidad laboral. Pero todavía toca ponerse al día con el estudio, llegar al examen en buena forma, aprobar y conseguir algo, que ya sabemos que no es nada fácil.