
Durante mi época como técnico de formación, en la que una de mis labores era coordinar el equipo de tutorización y los cursos que tenían asignados, me di cuenta de una cosa que luego he podido comprobar en otros entornos: España está enferma. ¿Diagnóstico? Titulitis aguda. ¿Síntomas? Exigencia de unos títulos determinados para ejercer puestos no cualificados.
Y digo que está enferma porque hay ciertos puestos para los que la formación (o, mejor dicho, cierta formación) no es tan importante. Conozco a personas que han trabajado en puestos similares a los que gestioné que no tenían una formación específica o relacionada con el puesto de tutor, pero que sí que tenían otros factores que eran importantes para llevar a cabo el trabajo de forma solvente, como la experiencia profesional o certificados de idiomas.
En este caso, todos los candidatos que podrían llegar a formar parte de este proyecto tenían que tener una serie de formación relacionada con los idiomas bastante alta o ser nativos (aunque ya sabemos que no siempre funciona correctamente), además de tener formación específica relacionada con la docencia. Al final, era un aspecto burocrático más (o «burrocrático», como decía yo) que nos restaba tiempo a las personas que estábamos detrás del proyecto en búsqueda de personal, que nos podía sorprender en los días previos a los inicios de las formaciones y que nos podía, incluso, tumbar grupos enteros de alumnos que estaban esperando pacientemente su formación. La pregunta es: ¿es necesario este filtro tan exhaustivo y exigente para personas que pueden hacer perfectamente su labor sin tener un título específico?
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