Consejos para el traductor autónomo principiante

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Trabajar en algo que te gusta es algo que no todos tienen la suerte de poder decir. La verdad es que desde que me hice autónomo, hace ya más de dos años, hasta ahora, que soy totalmente independiente económicamente y en otros aspectos, he pasado por varios trabajos hasta poder estar en la posición en la que me encuentro.

Desde entonces, muchas cosas han sido solucionadas por el método de la experiencia de otros. Preguntar a compañeros cómo se hace algo o pedirles recomendaciones en perfiles profesionales para poder conseguir trabajo ha sido algo que he intentado hacer desde el primer momento (a veces, con resultados bastante pésimos); sin embargo, hay otros muchos aspectos de ser autónomo que he tenido que aprender a través de mi experiencia y del método «ensayo-error».

Control sobre el dinero
Durante los primeros meses de autónomo, tuve la suerte de contar con una colaboración constante con dos empresas que me dieron lo que muchos ansían: un sueldo base para poder hacer algo más que «sobrevivir». Las dos empresas eran academias, por lo que no tenía que tratar con ningún tipo de impuestos. Sin embargo, cuando empecé a hacer mis primeras traducciones y colaborar con una empresa con bastante asiduidad empecé a conocer al temido impuesto sobre el valor añadido o IVA.

Al principio, aunque tenía servicio de gestión de facturación, no tuve en cuenta el IVA entre un dinero que me tenía que «apartar», ya que no es un dinero que nos debamos quedar: el trabajador autónomo actúa como si fuera una «caja fuerte», y, en cada declaración trimestral, tiene que ingresar los impuestos correspondientes a Hacienda. Bien, esto era algo que yo desconocía.

Recuerdo que dejé de colaborar con una de las empresas, lo estaba pasando bastante mal: había apostado más fuerte por esa empresa y estaba en una situación de dinero bastante complicada. La cuestión fue que, cuando fui a entregarle la documentación correspondiente a mi gestora, me dijo que tenía que entregar una cantidad de dinero que no tenía en ese momento. Al final se acabó solucionando, pero mis consejos para que no ocurran este tipo de cosas son varios:

  • Contratar servicios de gestoría. Los hay más caros y los hay más baratos, pero, sinceramente, creo que vale más la tranquilidad de saber que estamos en paz con Hacienda y haciéndolo todo en condiciones que no saber si estamos infringiendo algún tipo de norma fiscal. Un gestor no solo vale para presentar nuestras facturas al fisco, sino también te ayuda y te orienta en cualquier tema que tenga que ver con tu dinero y tu trabajo, como puede ser la contratación o la declaración de la Renta.
  • Tener una cuenta bancaria donde guardar todos nuestros impuestos. Cuando vayamos cobrando las facturas, podemos apartar el importe relativo a los impuestos para devolverlos a nuestra cuenta principal cuando nos toque ingresarlos a nuestra querida Hacienda. Es una manera de no gastarse un dinero que no es nuestro y también de saber qué ganamos realmente con nuestro trabajo.
  • Preparar una tabla de gastos fijos. Entre alquiler, servicios de Internet y telefónia y demás gastos, se nos va de la cartera una parte del dinero todos los meses. Mi consejo es establecer unos gastos fijos y guardarlos en esta cuenta de la que os he hablado antes. Así, nada más cobrar, sabemos lo que nos queda para el resto del mes, además de poder ingresar el dinero sin tener que pillarnos por sorpresa, pues ya sabemos lo que tenemos que ingresar.

Trabajar para vivir
Muchos traductores autónomos noveles se dan de alta en el RETA después de hacer un grado o un máster, y transmiten muchos de sus vicios como estudiantes a su nueva etapa como trabajadores independientes. El hecho de que «nadie» te esté persiguiendo para que tengas que trabajar, para que tengas que ser productivo a veces hace que no tengas una conciencia del trabajo que tienes que hacer.

Hay que tener en cuenta que ahora trabajamos para nosotros, y todo el tiempo cuenta: tenemos que hacer que nuestro tiempo sea rentable; es decir, tenemos que hacer que valga la pena lo que nos pagan para el tiempo, el esfuerzo y los recursos que utilizamos. A veces, cuando empezamos, queremos abarcarlo todo porque no sabemos cuándo nos van a volver a llamar o porque nos puede la avaricia, y acabamos hasta arriba una y otra vez por querer decir a todo que sí.

Alegrarnos de tener dinero está muy bien, sobre todo cuando empiezas, porque es una señal de que algo funciona; sin embargo, de nada sirve tener dinero en la cuenta cuando estás trabajando hasta arriba todos los días y no puedes disfrutar de ese dinero ni, sobre todo, de ese tiempo. Algunos consejos que he ido aprendiendo a lo largo de los años como autónomo son los siguientes:

  • Ser productivo es la clave. Hacer nuestro trabajo en menos tiempo (o utilizando los menos recursos posibles) es una de las claves de que nos vaya bien siendo autónomo. Deberíamos definir lo que queremos hacer a medio y a largo plazo, además de evitar distracciones externas a nuestro trabajo. Aprender a decir que «no» para no saturarnos y poder darnos un descanso de vez en cuando también es muy importante para trabajar en condiciones y aumentar nuestra productividad. También podemos utilizar algunos métodos online para producir más.
  • Todo el networking del mundo. Decir que trabajamos como traductores autónomos (o profesores, correctores, asesores…) en nuestro círculo vale mucho para que algún colega delegue en ti algún proyecto o cliente del que no se pueda ocupar, pero ofrecer estos servicios a clientes directos potenciales vale el doble. Ofrécete a todo lo que puedas con clientes nuevos. ¿Te gusta la traducción audiovisual? Intenta trabajar con estudios de doblaje, agencias de traducción audiovisual o (pensando en grande) con alguna televisión. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
  • Planifica todo lo posible. Aunque en nuestra agenda no se pueden hacer muchos planes (porque siempre hay algún contratiempo), siempre es bueno saber qué tenemos en los próximos días para planear todo lo que podamos. Podemos crear una lista con las actividades o tareas pendientes (¿desde cuándo no actualizas tu perfil de LinkedIn o tu currículo?) y acotar el tiempo de nuestro trabajo, ya que poner límites nos puede ayudar a terminar algo antes.

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