
El otro día escuché, no sé dónde, que hay momentos en los que la mente te dice que pares un segundo a reflexionar si lo que estás haciendo con tu vida te hace feliz, te completa, te llena o, simplemente, te estás dejando atropellar por los quehaceres diarios. Y es curioso porque, en según qué momentos de la vida, en las pocas pausas que se nos dan para hacer esa reflexión, como puede ser antes de las campanadas de fin de año, en septiembre (con el comienzo del curso) o en los cumpleaños, nos da mucho miedo tomar una curva por si nos arrepentimos de seguir conduciendo hacia adelante.
Y digo que es curioso porque las personas jóvenes estamos viviendo una época de constante adaptación y transformación, debido a las situaciones que nos encontramos prácticamente de forma generalizada —precariedad económica y laboral, problemas para acceder a la vivienda, relaciones personales que ya no llenan tanto como antes, una consciencia de los problemas de la salud mental…—, al final acabamos cometiendo los mismos errores que cometieron los que vinieron antes que nosotros: hacer las cosas por inercia. Y es que… es muy difícil salir de ahí.
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