Cambiar de vida nunca es fácil, pero cuando las ganas de hacerlo te vienen de repente tienes que ver qué es lo que ocurre. Llevaba casi tres años de autónomo cuando me puse a pensar qué quería hacer durante el resto de mi vida: si bien traducir me había llenado durante bastante tiempo, llevaba una temporada con dudas. ¿De verdad quería estar traduciendo el resto de mi vida? Si la respuesta no era un «sí» rotundo, prefería ver qué pasaba.
Por la cabeza, se me pasaron por la cabeza muchísimas cosas, pero casi todas tenían que ver con la inestabilidad que te da ser autónomo, con los planes de futuro que tenía en la cabeza (que, irónicamente, tenían que ver con ideas que ya había maquinado en el pasado) y con que había recuperado mi pasión por la docencia.
Sea como fuere, decidí parar durante unos meses para ver qué es lo que me hacía falta para volver al redil con más fuerza o quedarme en otro lugar en el que mi pasión floreciera para trabajar al 100 %. Y sí, durante un tiempo (bastante poco, de hecho), fui un ni-ni. Así que me quedé en el paro. Pero este tiempo de inactividad (insisto, no llegó a la semana) me sirvió para recapacitar en la oportunidad que es la interrupción del trabajo para hacer otros planes.
Cambiar de rutina laboral. Dejar la rutina de la oficina para volver a otros trabajos emocionantes del pasado (incluyendo academias, cobertura de eventos e incluso barras de bares) nos puede hacer descubrir otro perfil en el que nos encontremos más cómodos, tengamos más ganas de trabajar y así poder encontrar nuestra verdadera pasión (u otra que nos llene más en ese momento). La cuestión es que ir al trabajo sin ganas hace que ofrezcamos un producto de mala calidad a nuestro cliente/jefe y que nos llevemos una colección de momentos frustrantes a la cama.
Desde que dejé la traducción como mi forma de vida (principal), aunque he tenido muchísimas entrevistas relacionadas con el mundo de los idiomas, he vuelto a trabajar en un bar en el que me siento cómodo, pago mis facturas y, además, aunque no sea un trabajo realmente relacionado con lo que estudié ni con lo que pretendo ser en un futuro, me hace vivir de forma cómoda y distendida. Además, tras la barra del bar, aprendí un montón de procesos que fui añadiendo al resto de trabajos que he ido teniendo a lo largo de los años.
Otra cosa también está clara: alejarme del perfil tan «marcado» que tenía como traductor y profesor me hizo darme cuenta de que quizás había que filtrar mis perfiles y dedicarme a los que más me gustaran o a los que más me convenían poniendo sobre la balanza las ventajas, los inconvenientes y los planes a medio y a largo plazo.
Modificar el currículo. Durante mi época de traductor autónomo pude comprobar algo que escuché una y otra vez cuando era estudiante: los traductores (generalmente) son «culos de mal asiento». Nuestro carácter curioso y perfeccionista nos hace querer saber un poco de todo. La cantidad de (in)formación por y para traductores, además de para campos de conocimiento vertical aptos para un perfil como el nuestro, es casi infinita, y cada vez más con plataformas como Trágora Formación, AulaSIC, Traduversia y Educación Digital, por nombrar a alguien de la tierra.
La cuestión es que mucha de la experiencia formativa que tenemos se queda en el olvido y no la añadimos a nuestro currículo inmediatamente, sino que esperamos a sacar un momento después de ese proyecto tan grande que tenemos que entregar tan urgentemente, o esperamos a tener un poco más de tiempo después de negociar con este cliente, o, sencillamente, esperamos a que nos sea necesario para conseguir colaborar con algún compañero.
Así que, ahora que tienes un ratito libre y que no tienes tanto que hacer, ¿por qué no añades ese curso tan interesante sobre traducción publicitaria que hiciste en 2015? ¿Recuerdas aquellas charlas sobre el futuro de la profesión en la que participaste como ponente? ¿Por qué no están en tu currículo? Además, revisar de vez en cuando el CV, con o sin modificaciones, nos hace darnos cuenta de la información que es necesaria y la que ya no es tan relevante. ¿De verdad nos sirve habernos ido una semana a Alemania cuando teníamos 14 años si ya somos traductores de alemán, hemos hecho un año de auxiliar de conversación en Berlín y parte de nuestra carrera en una universidad alemana? La respuesta es no.
Formarse sin tener que vender un riñón. Como acabo de mencionar, los traductores somos curiosos por naturaleza y casi siempre queremos saber más de algún tema que nos ha salido en una traducción (¿quién no ha estado más tiempo documentándose porque la Wikipedia le parece el mejor invento del mundo?), porque es necesario para nuestro trabajo o porque, como autónomos, nos viene bien tener un perfil que se diferencie del resto.
Como este artículo va dirigido a los que ahora mismo están desempleados, voy a poner como ejemplo la formación gratuita de Google Actívate, unos cursos (anteriormente mencionados en esta bitácora, por cierto) destinados a formar en campos como el marketing digital y las redes sociales, y la de los curso en línea masivos y abiertos de Coursera, edX o, últimamente, también UNED Abierta. También podemos invertir parte de esos ahorros que tenemos guardados en una formación más elaborada, como un experto o un máster oficial.
Irse de vacaciones. Lo digo desde ya, y con conocimiento de causa: a veces, la palabra «vacaciones» es demasiado difícil de añadir al repertorio de un autónomo. O al menos lo es durante los primeros años. Siempre nos ponemos excusas: que podemos perder a ese cliente que nos da casi todo el trabajo, que no podemos permitirnos un viaje para desconectar o que también se viene la oficina con nosotros.
Si tenemos el dinero, el tiempo y las ganas, no veo por qué no podamos aprovechar irnos de vacaciones en un momento de desempleo que podamos estar teniendo (se entiende que no estamos dados de alta ni pagando nuestra correspondiente cuota a la Seguridad Social). El estar desconectado de la rutina y de todo lo referente al trabajo nos puede despejar la mente y podremos encontrar inspiración o motivación para hacer otras cosas, como buscar otro tipo de trabajo, como he comentado anteriormente.
Irse de vacaciones nos ofrece muchos beneficios. Yo mismo aproveché una reunión para irme a las Islas Canarias de vacaciones. Solo fueron cinco días, pero intenté aprovecharlos al máximo y estar el máximo de tiempo posible alejado del teléfono móvil, el principal foco de conexión con temas laborales.
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Para leer más…
- Los beneficios de las vacaciones: notables, pero poco duraderos.
- UNED Abierta: cursos en líneas masivos y abiertos.
- Oferta formativa de Trágora Formación.
- Cursos disponibles en Google Actívate.
- Formación en Educación Digital.