
Siempre dicen que la vida empieza cuando termina nuestra zona de confort. Ya he dicho en más de una ocasión que trabajar como traductor (o como camarero, o como cualquier otro trabajo que no fuera profesor de inglés) era, en cierto modo, la opción más fácil para mí, aunque conseguir trabajo en esta industria sea algo difícil (que no imposible), pero decidí salir de la rutina en 2017 y he de decir que ha sido una de las mejores ideas que he tomado en mi vida.
La cosa es que ahora que este proceso de oposiciones está acabando y la fecha del examen se va acercando me he dado cuenta de que los opositores pasamos por diferentes fases desde el principio del curso a la fecha de la convocatoria, y no todas son agradables, ni bonitas ni, mucho menos, fáciles. La idea de que unas oposiciones son el camino fácil o que cualquiera puede o debe opositar tiene que acabar, no solo porque no es verdad, sino porque tampoco es sano presionar a nadie para que pase por un proceso que no le llena.
Sea como fuere, y después de mucho darle vueltas a la cabeza sobre el tema, he diferenciado cinco fases por las que he ido pasando durante estos últimos meses, y también algunos compañeros con los que comparto objetivos a nivel profesional.
La motivación
Al tomar la decisión de opositar (a mí me costó bastante, siendo totalmente sincero), también hay que tomar otras decisiones: qué academia o preparador elegir, qué objetivos tengo para opositar, por qué quiero hacerlo y, sobre todo, si tengo el suficiente tiempo y dinero para invertir. Con una respuesta positiva, empezamos las oposiciones con ganas de comernos el mundo, sintiéndonos como una esponja ante el conocimiento y los términos, las leyes y todos los documentos que nos tenemos leer para empezar a hacer nuestra programación.
Durante este momento es el que nos proponemos estudiarnos todos los temas habidos y por haber (en la especialidad de Lengua Extranjera – Inglés, para Educación Secundaria, son 69 temas), e incluso llegamos a ser demasiado optimistas, pero nada importa porque estamos empezando un proceso largo y creemos que tenemos tiempo, pero esta fase dura… bueno, más bien poco.
La incertidumbre
En mi caso, la clase de preparación de las oposiciones eran los sábados a las 08:00 de la mañana. Seis horas muy intensas en las que uno se pone a pensar que qué guay sería tener una plaza en un instituto, en trabajar para toda la vida haciendo lo que te gusta, pero en los que también uno invierte el tiempo en comerse la cabeza más de la cuenta y preguntarse cosas tales como si de verdad vale la pena todo el esfuerzo económico, de tiempo y de ganas que estamos haciendo, si de verdad van a salir tantas plazas como siempre nos promete tanto la preparadora como otros opositores que ya se han enfrentado a este proceso, si de verdad nos va a dar tiempo a preparar todos los temas que queremos llevar al examen…
La cosa es que esta fase también es necesaria para que nos afecte más o menos el siguiente estadio: cuando la Junta de Andalucía (en mi caso) convoca a los opositores y sale el número de plazas…
La negación
Saber que convocan 569 plazas de acceso libre (este año) y tener la sensación de que no te pertenece ninguna es muy desagradable, pero más desagradable es la ansiedad continua y esa vocecita que solo hace repetirte «¿en dónde te has metido?». Pasar por el trance del «no puedo» quizás sea la fase más problemática del proceso de las oposiciones, que pueden acabar en una tirada de toalla. Al final nos metemos en un vórtice de rechazo constante de los hechos como un mecanismo de defensa, por si no salieran las cosas como esperamos y para amortiguar el choque que supone no conseguir nuestros objetivos.
En ciertos momentos, todo lo que estamos haciendo parece perder el sentido y nos acaba abrumando el mero hecho de ver un supuesto práctico, pero, como hemos dicho, los meses pasan y acabamos creando un tipo de fortaleza que nos hará decidir cuáles van a ser nuestros siguientes pasos, que no son los mismos para todos.
La remontada (o la huida)
¿Alguna vez habéis estado en una montaña rusa? Subir da vértigo, pero también es la mejor parte de la atracción. Pues precisamente es el momento en el que nos encontramos. Después de un vaivén de ganas, de tiempo, de número de temas preparados, de apartados añadidos a la programación, de rumores de posponer el examen, tocaba pensar muy bien cuál es nuestro siguiente paso.
Da igual si elegimos seguir o no con el proceso: habrá otras ocasiones en las que nos sentiremos más preparados o menos nerviosos, o con una motivación diferente, para abordar un proceso como el de unas oposiciones. Ser lo suficientemente valiente como para seguir, pero también para admitir que no queremos continuar, también es algo que tenemos que considerar para afrontar esta experiencia.
La hora de la verdad
Poco hay que añadir: después de meses de preparación, toca demostrar con qué herramientas vamos al examen. Uno de los primeros días, en clase, mi preparadora dijo que cada uno luchaba con lo que tenía, y que, con eso, debía ser suficiente. Es verdad que cada uno hace su carrera, ya sea de sprint (poco recomendable) o más de fondo, pero, sea como sea, a estas alturas poco se puede hacer más que tener mucha esperanza y, sobre todo, confianza de que podamos conseguir plaza (o un buen puesto).
NOTA: Este artículo se gestó durante los meses de febrero y marzo de 2020, cuando las Oposiciones para el Cuerpo de Profesorado de Secundaria estaban a punto de convocarse. Tras la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, el estado de alarma quec omenzó el 13 de marzo de 2020, y la imposibilidad de celebrarse las oposiciones para los plazos previstos (junio y julio de 2020), las oposiciones para el cuerpo docente se han pospuesto al año 2021.