Dice Alejandro Sanz en una de sus últimas colaboraciones que inventamos Twitter para desahogarnos, y creo que tiene razón (aunque la canción en la que aparece esta referencia me parezca una mierda). Utilizamos esta red social para contar cosas que nos pasan en nuestro día a día, aunque también compartamos noticias, recursos y otros enlaces interesantes. Hace ya un tiempo que he visto como (ex)compañeros de profesión acudían a la red del pájaro azul (traductores autónomos noveles o recién egresados de la carrera) que han decidido dejar de intentarlo, dejar de querer formar parte de este gremio por las dificultades con las que se encuentran día a día en su búsqueda de trabajo y de nuevos clientes.
Como muchos sabéis, hace más de un año que dejé de trabajar como traductor autónomo y, si bien sigo colaborando con algunos clientes antiguos de forma muy esporádica (con todo en regla, por si alguno pregunta), ahora dedico mi tiempo completamente a la docencia, ya sea trabajando o estudiando. Sea como fuere, he decidido pensar en las razones que a mí me hicieron darme cuenta de que no quería formar parte (al menos, de momento) del gremio de los traductores, aunque siempre he dicho que siempre volvería.
Mis ingresos nunca llegaron a ser fijos (del todo).
Aunque es algo a lo que muchos nos acogemos cuando queremos buscar nuestro futuro laboral —el dinero; de hecho, escribí un artículo titulado «El dinero (no) es nuestro dios» en Diario de un futuro traductor—, en mi caso el dinero era algo secundario. Tenía claro que tenía que probar la traducción desde dentro después de haber estudiado la carrera y haber orientado (y animado) a tantos estudiantes a que lo hicieran.
Después de hacer entrevistas con algunas empresas y ver las condiciones que ofrecían, me di cuenta de que ser autónomo era la única forma en la que podía dignificar mi trabajo. Sin embargo, después de casi tres años y dos pinchazos con unas empresas que me daban (más o menos) un sueldo, me di cuenta de que no era suficiente.
No podía dejar de pensar en que estaba perdiendo el tiempo, de alguna manera, ofreciéndole mis horas de trabajo a alguien que no me pagaba en condiciones, a pesar de que las relaciones fueran a largo plazo. Al final decidí dejar de ser autónomo porque no tenía una «nómina» lo suficientemente grande como para cubrir los gastos que llevaba para adelante… y la cuota de la Seguridad Social cada vez era mayor.
Siempre estás ocupado… y eso no es algo bueno.
Karl Marx decía que el trabajo dignifica al hombre, y era algo que se cumplía a la perfección en mi caso. Sentía que llevaba mi propia microempresa de servicios lingüísticos, y estaba orgulloso de, poco a poco, ir consiguiendo pequeños hitos: primer cliente fijo, primer año como autónomo, llegar a compatibilizar una vida social plena con un trabajo que te encanta… Pero llega un momento (no sé por qué, pero he coincidido con muchos compañeros) en el que empiezas a quitarte cosas de tu agenda personal para añadir más disponibilidad a tu trabajo.
Estoy pensando en la de días de verano que no fui a la playa porque tenía muchas cosas que hacer, o porque seguro que ese cliente que me dijo que me escribiría un sábado iba a querer una traducción superurgente y quería ser el primero en contestarle al correo… Muchos meses de autónomo coincidieron conmigo viviendo en una ciudad diferente a la de mi familia, y compatibilizar eventos familiares, viajes y trabajo de autónomo a veces se me hacía cuesta arriba.
No me gusta la idea de saber que no tengo tanto tiempo libre como querría, debería o tendría que tener. Y es otra de las razones por las que ya no soy traductor autónomo.
Malas experiencias con plazos, pagos y proyectos.
Como os he comentado anteriormente, hubo un momento en el que no había equilibrio suficiente entre ingresos y gastos, por los que decidí embaucarme en la búsqueda de nuevos clientes. Si bien ya trabajaba con ciertas academias, tanto en línea como presenciales, necesitaba que todo el tiempo de trabajo fuera productivo. En diferentes plataformas de trabajo para profesionales freelance encontré diferentes proyectos bastante interesantes, aunque muchos fueron una decepción a nivel monetario o, simplemente, terminaron con el producto pero sin pagar.
Una de las empresas con las que empecé a colaborar a través de uno de esos perfiles fue uno de los buscadores más grandes del mundo, aunque a través de una empresa intermediaria. Me prometía un flujo de trabajo bastante decente con una tarifa muy interesante por hora. El proyecto iba a extenderse durante dos años, por lo que, cuando empecé a trabajar con ellos, decidí dejar de aceptar propuestas de otros clientes, ya que estaba a tope con las clases en línea, las presenciales, mis propios clientes… Cuál fue mi sorpresa cuando, al final, el proyecto se canceló tan solo dos meses después de empezar, al ver que no era viable.
Mi desesperación por verme sin un dinero con el que contaba —a medias, eso sí: el cuento de la lechera me marcó— me hizo caer en otra mala experiencia con un cliente que, a pesar de tener «buena pinta», acabó por no pagarme. El proyecto era increíble por el dinero que ofrecía, pero también por el trabajo que había que hacer: transcribir un libro que no solo ya estaba publicado, sino que habían escrito a mano en unos folios amarillentos y mal escaneados. Cuando llegué a la mitad del escrito, les entregué el archivo para ver cómo iba. Jamás supe más de ellos. Una más para añadir a la lista de historias surrealistas…
Si juegas con fuego, te acabas quemando.
Traducir me encanta(ba), pero creo que acabé muy quemado de que todo en mi vida girara en torno a la traducción. Después de escribir durante varios años en Diario de un futuro traductor, empezar a trabajar como traductor autónomo y vivir exclusivamente (al menos, en la teoría) de los servicios que ofrecía, también tenía que añadir que muchos amigos míos eran traductores, por los que al final nunca desconectaba.
Podría decir, en pocas palabras, que mi motivación no estaba tan on fire al final de mi carrera como al principio y me acabé dando por vencido.
Estas malas experiencias y la situación con mi trabajo me hicieron darme cuenta de que quizás era el momento de echar el freno y dedicarme a otra cosa que me llamaba más la atención. Ya he dicho muchas veces que la docencia era algo que siempre he querido hacer, y creí que ese momento de inflexión era la oportunidad perfecta para empezar mi carrera como profesor a tiempo completo. Primero, estudié el Máster de Profesorado de Secundaria y actualmente estoy estudiando el Máster Universitario en Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Enseñanza y el Tratamiento de Lenguas para ir bien preparado a las próximas Oposiciones para el cuerpo de Profesores de Secundaria, en 2020. Sin embargo, sí que volvería a trabajar como traductor autónomo por la siguiente razón:
Es una carrera en la que aprendes a conocerte.
Si dijera que todo ha sido un camino de rosas, mentiría; de hecho, ya he mencionado muchas cosas en este artículo que me hicieron rechazar el continuar como traductor autónomo. Pero una cosa sí que tengo clara: tengo más madurez, y me conozco mejor, gracias a haber trabajado «solo ante el peligro». Tener técnicas de organización, como el bullet journal o trabajar con Google Calendar, trabajar con herramientas de productividad o, simplemente, saber cuánto tienes que parar, se aprende después de haberla pifiado mucho. Sin embargo, al final te das cuenta de que ser autónomo no es para todo el mundo pero, si lo consigues domar, trabajar para ti mismo es maravilloso.
Ismael, buenas noches:
Soy un joven que el año pasado acabó la carrera. Aunque ya desde el principio nos decían en la carrera los escollos que conlleva ser traductor, y más si eres autónomo; he de decir que siempre he querido dedicarme a esto, no a tiempo completo, claro. Las lenguas, el trasvase de unas palabras a otras siempre me han gustado; pero no me gusta este ambiente de inseguridad que se respira en la profesión. Por eso cada vez veo menos factible que me dedique a esto alguna vez, aunque sí me gustaría hacerlo de forma puntual. Además, coincido contigo y comparto el mismo interés en la docencia, es una profesión sumamente gratificante a nivel personal.
Un saludo cordial,
Alejandro D.
Me gustaMe gusta
Muy buena entrada. Estas son las razones por las que en el fondo sé que no dentro de mucho dejaré de ser traductora autónoma.
Me gustaMe gusta