Me parece que las despedidas, cuando son cortas, saben mejor. Cuando vamos a los puntos que queremos tocar antes de decir adiós (o un «hasta luego», en este caso), tenemos más tiempo de pensar en lo que toca hacer después de despedirse: seguir viviendo.
Hace ya un año que decidí darle la vuelta a mi vida y dejar de negar lo evidente: no estaba viviendo la vida que quería. No es que no me gustara la ciudad en la que vivía, ni el trabajo que hacía, ni tampoco la gente con la que me relacionaba, sino más bien sentía que estaba en el momento menos oportuno en el lugar menos indicado.
Desde que cogiera mis maletas y volviera a Málaga, muchas cosas han pasado. Y precisamente por todo lo que me ha pasado durante este año (para los que nos dedicamos a la formación, los años empiezan en septiembre) he podido contar menos historias.
Escribir en un blog sobre mis experiencias es algo que hacía mucho antes de Diario de un futuro traductor, pero es algo que, actualmente, siento que me quita demasiado tiempo para poder seguir adelante. Pero no, no estoy diciendo que vaya a terminar con Coordenadas.
Simplemente estoy diciendo que, si no he contado muchas historias por aquí, si no he escrito muchos artículos sobre mi vida profesional (que es de lo que va este blog), es porque he tenido trabajos que me han quitado mucho tiempo.
Como os comenté en otra entrada, estuve trabajando de (pongámoslo así) asistente de comunicación en una inmobiliaria de Málaga. Desde que os lo dije, por suerte o por desgracia, la empresa decidió que mis servicios eran prescindibles y me despidieron. Admito que, al principio, me dio un poco de vértigo saber que estaba en la calle sin ningún recurso, pero la verdad es que necesitaba un poco de paz, un poco de tiempo para mí solo.
Después de pasar todo abril viajando, descansando y escribiendo (además de estudiar y de preparar un trabajo de fin de máster que estoy a punto de presentar), llegó el momento de volver a lo mío y por la puerta grande.
Desde el mes de mayo, trabajo como profesor en una academia del centro de Málaga. Es el trabajo perfecto, ya que me permite tener cierta flexibilidad con el resto de cosas que hago y, además, estoy haciendo lo que me gusta. Idiomas Victoria es una academia «familiar» en la que damos trato personalizado a nuestros alumnos, y en la que hacemos grupos reducidos para los cursos intensivos. De hecho, ya estoy preparando los cursos intensivos de este verano.
Sea como fuere, este artículo trataba de hacer un contraste entre lo que me propuse y he conseguido. La verdad es que más que proponerme, me prometí que haría más cosas relacionadas con mi pasión —la enseñanza de lenguas extranjeras y la docencia en general—. He conseguido muchísimo, pero aún queda mucho más por cumplir, por andar, por contar.
Por eso, como os decía, sé que no he tenido la oportunidad, o el tiempo, o las dos cosas de contar historias nuevas, pero llegarán. Eso sí: después del verano.