Mi experiencia con el NaNoWriMo

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Cada mes de noviembre, todos los aficionados al arte de escribir se proponen algo: «tengo que terminar esa maldita novela que tengo a medias». Y es que producir literatura no es nada fácil. Los que escriben (o escribimos, si me puedo dar el gusto de añadirme) sabemos cómo es el mundo de las historias que tenemos que contar y, muchas veces, lo que tenemos en la cabeza no es lo que acaba sobre el papel.

La inspiración va y viene, no podemos tratar de hacer que trabaje para nosotros como si fuera un empleado en plantilla, sino que tenemos que esperar a que aparezca, como aquel funcionario que apareció después de 10 años y que no había dado un palo al agua. Pero para eso está el NaNoWriMo.

El NaNoWrimo (o #nanowrimo2018), el mes nacional de escritura de novelas, se presenta como un enfoque diferente para todos aquellos que tenemos una obra a medias, para todos aquellos que queremos contar una historia y a los que nos da miedo de lo que podemos llegar a escribir. Durante el mes de noviembre, el NaNoWrimo nos anima a terminar una obra en 30 días. Pero ¿es eso posible?

Lo que trata de buscar el NaNoWrimo es un ejercicio para bajar nuestras expectativas ante la presión de terminar una novela de 50.000 palabras en tan solo un mes y así escribir todo lo posible, primando así cantidad sobre calidad. Es verdad que se va a escribir mucha basura, como mencionan en su página de descripción, pero también nos va a permitir a los aspirantes a escritor a cometer errores que se podrán salvar o no. Lo importante es llegar al límite de palabras en un día clave: la medianoche del 30 de noviembre.

En resumen, el NaNoWrimo te anima a escribir una novela desde cero durante 30 días para llegar a un texto completo de aproximadamente unas 180 páginas. Yo llevo prácticamente dos años (y más en mi cabeza, pero dos con la disposición actual) intentando terminar de escribir Conexiones, un libro que ya he mencionado en diferentes ocasiones pero que, por alguna razón u otra, no he quedado contento con la distribución de la historia o con la longitud de los capítulos. Y tenía claro, hace apenas un mes, que para escribir mi historia necesitaba la inspiración forzada de este mes mágico en el que se reúnen escritores de todo el mundo.

Lo que me propuse con el #nanowrimo2018: terminar Conexiones
En las reglas del NaNoWrimo se estipula que la novela tiene que ser una historia que empecemos de cero, la verdad es que Conexiones ha muerto y renacido tantas veces, aunque con una misma idea de base, que no considero que lo que he escrito durante este mes haya sido una historia ya empezada.

Conexiones trata la historia de Víctor, un profesor que llega a la treintena para darse cuenta de que su vida se ha convertido en una espiral de baja autoestima, relaciones tóxicas y muy mala suerte en el amor. En una conversación con amigos, previa a su 30.º cumpleaños, empieza a repasar todos los amantes que le han marcado en sus relaciones personales para ver por qué está donde está y, sobre todo, para ver cómo salir de ahí.

Esta novela es muy importante para mí porque considero que Víctor es un personaje con el que me siento identificado en prácticamente toda la historia. Es un chico inocente, ambicioso y carismático, se dedica a la enseñanza y ha tenido diferentes desengaños amorosos y personales que le han hecho ser quien es.

Lo que he conseguido y lo que no he conseguido: cuando tienes que establecer prioridades
Como todos tenemos el mismo calendario, no voy a mencionar la obviedad de que estamos en diciembre; por lo tanto, el reto #nanowrimo2018 ha acabado con resultados dispares. En resumen, no he terminado de escribir Conexiones durante este mes. No sé si muchos de mis compañeros han terminado su reto, pero, como esta entrada está basada en mi experiencia, os voy a comentar mis luces y mis sombras al escribir.

Empecé muy bien, con un ritmo bastante bueno, ya que mucho del contenido que quería escribir estaba incrustado en mi mente desde hacía meses, solo que tenía que encontrar las palabras adecuadas (o no, según el reto: lo importante es escribir). De media tenía que escribir unas 1500 palabras aproximadamente cada día, y, aunque los primeros días llegué y sobrepasé esa cantidad de palabras, teclear más se me hizo bastante cuesta arriba.

Es cierto que parte del reto está en primar cantidad sobre calidad, y que la historia se puede corregir, revisar y perfeccionar después, pero yo no paraba de darle vueltas al inicio, a cómo empezaba todo, a cuál era el comienzo de la historia y cómo se iba a desarrollar después. Mi actitud perfeccionista hacia las primeras páginas, un pequeño catarro que me dejó con el cuerpo solo apto para descansar, además de la cantidad de trabajo y de cosas que hacer para el máster me hicieron detenerme en seco.

Después de esas 10.000 palabras aproximadamente del principio, no he vuelto a escribir ni una más (que tenga sentido como frase, ya que hay muchas notas y muchos avisos para mi futuro yo). Al principio de este mes, creía que me iba a sentir fatal si no llegaba a completar el reto, pero la verdad es que no me siento ni culpable ni mal conmigo mismo: sé que he hecho lo que he podido, y al fin he cambiado Conexiones para ser el libro que quiero que sea.

Podría decirse que, aunque no he terminado de escribir Conexiones en el documento de Word que estoy usando —y que está a salvo en mi Dropbox—, sí he avanzado mucho: como acabo de mencionar, al fin tiene la estructura que quiero y que creo que es más adecuada. De hecho, algo que destaco de esta experiencia es la cantidad de grabaciones que tengo con ideas relacionadas con el libro.

¿Terminaremos el libro en los próximos meses (o años)? Eso no lo puedo confirmar ahora mismo, pero sí que me encantaría contaros esta historia.

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