Traductores sin complejos

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Para mí «Traducción e Interpretación», por mi caso personal, significa mucho más que la carrera universitaria que me ha dado los conocimientos (básicos) para empezar a elaborar mi vida profesional. Para mí los cuatro años de universidad también significaron la orientación de muchos y la mía propia. Supongo que la faceta de profesor que llevo desde hace varios años fue la que dirigió esta parte de mi carrera.

Sea como fuere, gracias a estos momentos, pude orientar y descubrir la carrera a muchos estudiantes, y también hablar con los futuros traductores e intérpretes desde un punto de vista menos formal, más de tú a tú, dándole la oportunidad de que me contaran las ideas que tenían en la cabeza y cómo se podían conseguir (si se podían, claro está).

Hay que tener en cuenta que este tipo de estudiantes son de la generación millennial, cuyos factores principales son la preparación y la competitividad; sin embargo, es curioso ver la cantidad de veces que he tenido que hacer frente a los complejos de estos estudiantes para ofrecerles una respuesta y una orientación de calidad.

La humildad nunca viene mal
¿Os imagináis que la humildad fuera un medicamento y se pudiera tomar? A más de uno de esos estudiantes le haría muchísima falta recibir una terapia de choque si vierais muchas de las preguntas, opiniones y, sobre todo, respuestas que he recibido a lo largo de mi «carrera» como orientador.

Ya sabemos que Traducción e Interpretación es una carrera, de alguna manera, elitista: no solo tiene unas de las notas de corte más altas (en inglés, al menos), sino que también cuenta, en ciertas universidades, con una dura prueba de acceso. Hasta aquí todo correcto. Lo malo es cuando se presuponen ciertas competencias, capacidades o aptitudes que no tiene por qué tener el estudiante en cuestión.

Todavía recuerdo una de las conversaciones que menos me ha gustado siendo «orientador»: un estudiante dijo que no había podido conseguir plaza en Traducción e Interpretación, y me pidió una alternativa para ser traductor, aunque «fuera con otra carrera, pero con Filología no, que es una mierda de carrera».

Precisamente, mientras iba leyendo el correo, estaba pensando en ofrecerle Filología (ahora llamada Estudios Ingleses) como una alternativa a estudiar Traducción e Interpretación: si bien no es lo mismo ni se estudian los mismos contenidos, es verdad que puedes conseguir una formación parecida con la carrera y un máster de especialización.

La cuestión es que no es la primera vez (ni la última) que me he encontrado con este tipo de comportamientos, ya no en los estudiantes, a los que se les «perdona» la ignorancia y se les intenta explicar las diferentes opciones que tienen, sino también en los traductores profesionales. Y a los foros me remito.

Considero que los foros, ya sean de la índole que sean, están para hacer «piña», crear debate y compartir contenido interesante para la comunidad; no obstante, es raro el día en el que no haya algún tipo de problema porque alguien con poca experiencia (o con mucha, eso da igual) recibe un ataque irónico y envenenado de alguien que suda tres palabras por todos los poros de su piel: «complejo de superioridad».

Nadie ha nacido sabiendo
Hay una cita normalmente atribuida a Albert Einstein que reza: «Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo». Empiezo hablando de la estupidez humana porque, sinceramente, me resulta incomprensible la actitud de muchísimos de los miembros de estos foros, páginas web, empresas… Aquí no se libra nadie.

Imaginaos la situación: (futuro) traductor pide consejo sobre cierto tema, traductor con más experiencia (o eso cree él) le ataca. ¿Qué reacción va a tener el primer traductor? Muchos pasarán del tema, e incluso le contestarán y argumentarán su posición, pero lo que van a sufrir muchos otros es pensar que no valen para esto.

El otro día había una duda en un foro que preguntaba sobre los títulos de ciertos cargos en inglés cuyos equivalentes al español eran un poco complicados de encontrar. Muchos traductores dieron su versión, y muchos incluyeron, además, referencias de sus respuestas; sin embargo, hubo uno que me molestó bastante.

«¿De verdad estos son los traductores que hay ahora?», «¿Es que no sabes escribir o qué?» y más respuestas que se salían del tono general de la conversación. Después de publicar un comentario en defensa del estudiante en cuestión, lo que hice fue mandarle un mensaje privado.

En mis clases siempre digo varias cosas al presentarme y al presentar el contenido que vamos a estudiar, pero las más importantes (al menos, para mí) es que nadie nace sabiendo, que nunca está de más preguntar y que todo se puede mejorar con la actitud adecuada. ¿Sabéis el daño que puede hacer un simple comentario como ese?

La solución: hablar más, atacar menos
Es una locura, porque cada persona es un mundo y todos tenemos nuestras cosas en la cabeza, pero mi consejo es que, para que haya una generación de traductores unida, sana y que no necesite atacar para expresar su opinión ni tener que despreciar a un compañero para «ser más»: no sirve, no te va a hacer sentir mejor y tampoco te va a quitar las inseguridades.

Yo abogo por hablar más, atacar menos y, sobre todo, respirar hasta diez antes de poner un comentario salido de tono. Así todos seremos un poco más felices. O, al menos, un poco menos cascarrabias.

 

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