La importancia de los proyectos

No es raro comenzar el mes de enero con muchos proyectos y propósitos. Es normal que, en los comienzos de ciertas etapas, como pueden ser los años, obtengamos cierta motivación para cambiar las cosas que no nos gustan, o ponernos las pilas con las cosas en las que nos queremos comprometer más de la cuenta, o, simplemente, continuar con las rutinas que ya teníamos. Pero claro… estamos en abril, y hace unos días, emprendí (de nuevo) un proyecto que había dejado a medias: las oposiciones.

Tenía la sensación de que era algo que me debía, en cierta manera, porque era algo que me había propuesto en septiembre, cuando empezaba el curso, aunque sabía que se me iba a dificultar la situación porque estoy viviendo un momento un poco complicado. Como muchos jóvenes, sufro de una ansiedad basada en la inestabilidad socioeconómica, laboral y —¿por qué no decirlo?— mental.

Es verdad que sé que tengo la suerte o el privilegio de contar con una situación en la que todo me sale, más o menos, tal como debería. Hace tiempo que no puedo ni quiero parar de trabajar (de hecho, ya he tenido que rechazar alguna que otra oferta porque no me da más la vida), pero también es verdad que el hecho de que ir cambiando de empresa cada cierto tiempo es también un evento muy cansado.

Uno ya va teniendo una edad y va queriendo tener una rutina, saber lo que la vida tiene para ti en forma de hábitos laborales y sociales. Creo que es una de las cosas que me calmaría la ansiedad recurrente que tengo, y también que me ayudaría a terminar de una vez por todas con la inestabilidad laboral. Pero todavía toca ponerse al día con el estudio, llegar al examen en buena forma, aprobar y conseguir algo, que ya sabemos que no es nada fácil.

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