N-340 | Chispas de dopamina

Eran apenas 41 km, pero, siendo un niño, esas distancias te parecen eternas, y más cuando vas a un sitio que, aunque para algunos era un refugio, para mí era un castigo.

Llegaba el fin de semana y también llegaba el maldito momento en el que teníamos que coger el coche e irnos a aquella casa, en la que apenas tenía espacio para mí (de hecho, estaba prácticamente al descubierto), y en la que tenía que estar esquivando las miradas y las palabras que tanto miedo me daban.

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