Parece mentira, pero después de casi cien conciertos, tocaba decir adiós. Y, esta vez, para siempre. Nadie sabía que estaba a punto de despedirme de los escenarios para no volver. Estaba cansado, la vida del artista no era para mí y, ahora que había decidido no renovar el contrato, era el momento indicado. Todas aquellas personas que estaban a punto de corear mis canciones estaban a punto de empezar a olvidarme. Daba vértigo, pero era necesario volver a pisar tierra y vivir la vida de otra forma.