No sé cómo se me ocurrió hacer lasaña por primera vez, pero, desde que sé lo que significa, no he podido dejar de prepararla. No solo me encanta su sabor y cómo siempre está buena, sin importar si está fría al día siguiente o recién sacada del horno, sino porque compartimos ese momento de intimidad delante de placas de pasta, carne picada, queso, bechamel y un poquito de cariño.