Es curioso cómo me han ido llamando a lo largo de mi vida. Nunca he tenido un mote ofensivo y los apodos cariñosos con los que la gente me llamaba eran más pequeñas variaciones de mi nombre o de mi apellido que algún apodo en sí.
Sin embargo, hubo un episodio en el colegio que hizo que me empezaran a llamar todos «Parra». El origen tiene que ver con un chiste que hice a uno de los matones, intentando caerle bien, precisamente con una «parra» de por medio.
«Pues ya te lo has ganado: a partir de ahora eres el Parra», me dijo. La verdad es que tenía miedo de que todos me lo llamaran de forma despectiva, pero resultó ser que me lo llamaban de forma cariñosa, afectuosa y cercana. Todavía a día de hoy muchos tienen relevado mi nombre y me siguen llamando como me llamaban en el colegio: Parra.