
El inicio del curso es, prácticamente, como si fuera una página en blanco en la que poder escribir nuevas historias, aunque, por suerte o por desgracia, estas historias me son familiares: exámenes que no suceden, trabajos que aparecen y desaparecen, y un bolsillo lleno de proyectos que hacer en estos meses venideros. El problema, como siempre, es ver por dónde hay que caminar para seguir haciendo el camino.
Hace unos meses hablé de la importancia de la salud mental en entornos personales y laborales, y, de hecho, la terapia me ha hecho darme cuenta de muchos aspectos de mi vida que, a lo mejor, no iban en el camino correcto. El primero de todos fue el síndrome del impostor, que tanto daño nos hace a la gente de la generación milénica, en general, y a los que tenemos profesiones relacionadas con los idiomas/las humanidades, en particular. Hay otros aspectos laborales, como la insistencia por la docencia, incluso siendo un trabajo al que ya le había visto sus pros y sus contras, que me han hecho darme cuenta de que necesitaba ampliar horizontes y conocimientos, y así tener una experiencia personal más plena.
Sea como fuere, toca seguir para adelante y os comento un poco cómo han sido estos últimos meses, que han venido cargados de cosas por contar y de idas que plasmar en este diario de a bordo, que, por cierto, cumple ya ocho añazos. ¡Y por muchos más!
Este verano…
No he trabajado. Desde el día 1 de julio hasta finales de agosto, he intentado disfrutar de la experiencia que es estar parado. Ya había estado en el paro, pero era una situación completamente distinta. No solo no trabajaba porque se me había terminado el contrato,sino porque lo necesitaba. Necesitaba parar. En este caso, al menos al principio, no sentía que tuviera que parar, pero la verdad es que me ha parecido bastante beneficioso el haberme detenido y haber descansado, aunque sea un poquito.
Obviamente, he seguido buscando trabajo, porque me ha costado muchísimo seguir a nivel económico y mental este verano sin tener nada que hacer, pero no ha habido suerte. Como sabéis, el verano es una época muy complicada para la docencia; de hecho, me ha hecho darme cuenta de que es muy posible que, si no salen las cosas como debieran, quizás mi próximo paso sea cambiar también de campo de trabajo.
En realidad, es algo que he intentado a traves de la ampliación de mi formación, pues en julio empecé el curso Programación para humanistas, a través de Cálamo&Cran, y que estoy disfrutando mucho, debido a que puedo aplicar mis conocimientos de lingüista en otros ámbitos y, además, estoy adquiriendo nuevos para tener un perfil laboral mucho más transversal, ya que estoy pensando en dejar la docencia a un lado (al menos, de forma parcial) debido a aspectos que ya he comentado y en los que volveré a insistir en los meses venideros si es que acaba ocurriendo.
El curso va a traer…
Incertidumbre, por primera vez en mucho tiempo. Ser docente es un trabajo muy de temporadas (septiembre-junio, principalmente) y, ya con el curso prácticamente empezado, no he conseguido trabajo de momento. Es algo que no me cuadra mucho, y es algo en lo que pienso de forma constante: será que no encaja mi perfil, será que necesito más experiencia, será que tengo demasiada experiencia, será que estoy vetado (me encantaría hablar de este tipo de cosas)…
Es algo que, de nuevo, la terapia me está ayudando a cambiar, y a colocarme en un lugar digno para mí y para mi entorno. Llevaba demasiado tiempo siguiendo con el constructo social de que soy más válido según lo que hacía de forma profesional, por lo que, si estoy en paro, soy, por definición, menos válido, cuando no es cierto. De todas formas, ya he hecho lo posible para tratar de conseguir trabajo lo antes posible.
En cuanto a material en el blog, ya tengo algunos artículos proyectados: lo que aprendí siendo autónomo, un resumen de mi experiencia en el Congreso Maricorners (al que acudí en marzo con un póster), una revisión del Máster de Profesorado, un artículo sobre productividad, una aplicación de la educación en línea y mucho más. ¡Hay muchas ideas!
¿Y las oposiciones?
Pues fueron bastante… raras. Aprobé la primera parte, de forma totalmente inesperada porque no era el año que mejor las llevaba, y tuve que improvisar un poco sobre la marcha la cuestión de la programación y la exposición. Me gustaría explicarlo de una forma más sosegada en un artículo aparte, pero la cuestión es que no aprobé la segunda parte. Tengo un puesto en bolsa bastante bajo, así que no espero trabajar este año en la pública. En otro momento será.