Consejos y recomendaciones para aprender (bien) un idioma


Aprender un idioma es una aventura en la que muchos se embarcan por necesidad, imposición o, incluso, mero placer. El aprendizaje está lleno de retos, alguna que otra frustración, pero también muchas satisfacciones. Antes de emprender este viaje, los estudiantes tienen algunas ideas preconcebidas acerca del idioma o del mismo hecho de aprenderlo, que pueden ser limitantes a la hora de aprender de forma activa el idioma. Hoy vamos a hablar de algunos aspectos que me han parecido importantes a la hora de transformar la manera en la que aprendemos un idioma.

Es una recopilación de consejos prácticos, estrategias y también una perspectiva más realista a la hora de aprender un nuevo idioma que me he ido encontrando a lo largo de mi carrera como docente.

La perfección está sobrevalorada
Hay una cosa que frustra mucho a los alumnos, y es que se creen que deben hablar sin errores antes de tener una comunicación fluida, y la la realidad es que la precisión a la hora de hablar en el día a día no está tan valorada. Un mensaje con algunos errores gramaticales sigue siendo comprensible. Lo más importante es empezar a lanzarse y hablar, aunque no se haga de una manera impoluta. Además, los hablantes nativos también cometen errores, por lo que no hay que sentirse presionado por alcanzar un nivel de perfección absoluta, ya que es muy probable que no llegue nunca.

¿Pronunciación sin tener acento? ¿Eso se come?
Igual que en nuestro idioma nativo tenemos diferentes acentos a la hora de hablar, es normal que también haya diferentes acentos a la hora de hablar en un idioma extranjero. No hay una forma correcta de pronunciar un idioma; de hecho, incluso ellos mismos tienen acentos diversos depende de la zona en la que esté situado el hablante. Más que sonar como un nativo, el objetivo debe ser hacerse entender de forma clara. La clave no está tanto en el acento, sino en practicar la entonación natural del idioma.

La magia no existe
A pesar de la publicidad que existe prácticamente en todos lados sobre cursos y aplicaciones que prometen fluidez en tiempos récord, hay que tener en cuenta que los idiomas requieren tiempo y esfuerzo. Cada persona es un mundo, y cada uno tiene un ritmo de aprendizaje distinto. Algunas personas aprenden mejor escuchando; otras, leyendo. La clave es encontrar un equilibrio y ser constante… ah, y no dejarnos engañar, claro.

El aprendizaje no debe ser exclusivo del aula
Las clases son una guía, pero lo que de verdad hace que aprendemos el idioma sucede fuera del aula. Nos podemos sumergir en el idioma a través de acciones como cambiar el idioma del teléfono, ver series con o sin subtítulos, escuchar podcasts, leer periódicos en otros idiomas… La exposición continua nos ayuda a que aprender un idioma nuevo sea algo más entretenido.

De los errores se aprende
Los alumnos tienen un miedo atroz a equivocarse y, de hecho, es uno de los mayores bloqueos con los que me suelo encontrar en clase. Cada error, sin embargo, es una oportunidad de mejora, un punto más que conseguimos en el premio de aprender un idioma. Cometer errores en una conversación real nos ayuda a recordar de una manera más efectiva las correcciones que nos da el docente, algo que es mucho más interesante que recordar las reglas gramaticales concretas.

Palabras sin contexto… ¿para qué?
Hay muchos métodos de aprendizaje, pero considero que el memorizar listas de palabras sin contexto no ayuda demasiado; de hecho, para mi gusto, entorpece el proceso de aprendizaje. Es mucho más interesante y eficaz aprender palabras, tiempos verbales o verbos frasales en contextos específicos. La información se retiene mucho mejor cuando tenemos una referencia práctica, y también es útil asociar palabras con imágenes, gestos o experiencias.

La traducción es tu enemigo número uno
El otro día comentaba en clase que lo normal era traducir palabra por palabra cuando no tenemos referencia, ya que tomamos algo que conocemos (nuestra propia lengua) e intentamos aplicarlos a algo que no conocemos (el idioma extranjero). Es como cuando alguien no ha comido nunca ancas de rana, y le decimos que saben a pollo: les damos una referencia de algo conocido para algo que de lo que no sabemos nada. Sin embargo, ni las ancas de rana saben realmente a pollo ni tampoco todas las lenguas tienen la misma lógica. Tenemos que acostumbrarnos a pensar en bloques de significado y tener en cuenta las expresiones naturales del idioma. Para hacerlo, es mejor ir buscando definiciones en diccionarios monolingües, para así sumergirnos en contenido real y genuino.

No todos los profesores saben enseñar en condiciones
Este es un melón que hay que abrir: el docente es uno de los principales elementos para que el aprendizaje tenga éxito. Hablar un idioma no significa necesariamente saber enseñarlo; de hecho, esta es una lucha que llevo teniendo desde hace algún tiempo. Hay muchos negocios que aceptan a nativos de forma exclusiva porque consideran que conocen mejor el idioma, pero no siempre es así. La enseñanza de idiomas consiste en tener paciencia, recursos, adaptabilidad y una formación específica. El buen docente sabrá explicar conceptos de forma simple y sencilla, motivará a sus alumnos y adaptará su enseñanza a las necesidades que existan en el aula.

Saber lo que quieres es mejor que saber, a secas
Cuando empiezo un curso nuevo, siempre dedico la primera clase a que nos conozcamos. Saber las motivaciones del alumnado para prepararse un examen, aprender un idioma o, simplemente, refrescarlo nos ayuda a los docentes a entender mejor qué es lo que necesitan, y nos podemos adaptar mejor al tipo de formato de ejercicios que prefieren hacer, a la cantidad de tiempo del que disponen y también a los posibles problemas que puedan surgir. Al final, siempre hay que recordarles a los alumnos que no es cuestión de ser bueno o malo para los idiomas, sino dedicarle tiempo y ganas, con metas pequeñas y alcanzables para mantener la motivación. Y recordar, de vez en cuándo, por qué están ahí también es una buena boya para ayudarles a saber dónde están.

Nunca se deja de aprender
Incluso los profesores seguimos aprendiendo. Siempre hay expresiones nuevas, estructuras que perfeccionar y formas de mejorar, tanto dentro como fuera de clase. Aprender un idioma no es una meta fija, sino un proceso continuo en el que a veces vamos más rápido y, otras, más lento. Cuanto más avances, más notarás lo que te queda por aprender, pero eso es parte de la diversión y del proceso de aprendizaje.

Confía en ti mismo
¿Sabéis lo que me encuentro prácticamente el 100 % de las ocasiones que doy una formación de inglés, especialmente si el nivel es avanzado? A alumnos que dicen que no saben nada del idioma, que consideran que su nivel es mediocre o, simplemente, que piensan que no serán capaces de superar el curso. Muchos estudiantes tienen un nivel de conocimiento suficiente para comunicarse, pero la falta de confianza los bloquea. La clave es lanzarse y aceptar que el aprendizaje es un proceso. Hablar sin miedo, aunque sea con errores, te permitirá mejorar mucho más rápido.

No hace falta vivir fuera para hablar bien un idioma
Siempre surge la duda de si vivir en el extranjero es un plus o, simplemente un must; para mí, que no tuve la oportunidad de que fuera ninguna de las dos opciones es un buf. Si bien la inmersión total es efectiva, no es la única forma de aprender un idioma. En la era del internet, nos podemos rodear del idioma que queremos aprender sin salir siquiera de casa. Lo importante es crear un entorno donde el idioma sea parte de nuestro día a día.

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