«Si no, me paso el domingo a tu lado
o el lunes cuando sales del trabajo.
El puto verano se me ha hecho largo.»
(‘Super vacío’, de @vicmirallasmusic)
🔹🔹🔹
Sigue leyendo«Si no, me paso el domingo a tu lado
o el lunes cuando sales del trabajo.
El puto verano se me ha hecho largo.»
(‘Super vacío’, de @vicmirallasmusic)
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Sigue leyendo«Qué bonito cuando te veo
Qué bonito cuando te siento
Qué bonito pensar que estás aquí.»
(‘q bonito’, de @rusowksy)
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Sigue leyendo«Viendo llover, nos quedamos dormidos
viendo llover el cielo azul un domingo»
(‘Irreversible’, de @laorejadevgogh)
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Sigue leyendo«Las reglas son para romperlas,
Los límites, solo ilusiones»
(‘Eternamente joven’, de @sensenra)
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Sigue leyendo«Todo bien por aquí, aunque debo decir
No tan bien como siempre.»
(‘Tiro el micro’, de @marquitos_ / Oddliquor)
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Sigue leyendo«Sácame de aquí y llévame,
que vas a quedarte y no te vas, prométeme.»
(‘Com você’, de @judeli.ne / @amaia)
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Sigue leyendo«Soñar despierto,
Dormir contigo,
Viajar despacio y volver »
(‘Copacabana’, de @izalmusic)
🔹🔹🔹
Sigue leyendo«Mañana ahora mismo no existe.
Dime pros y contras de irnos a la cama
o de seguir aquí.»
(‘Amore amore amore’, de @rigobertabandini)
🔹🔹🔹
Sigue leyendo«Últimamente, me siento un idiota
Pero una cosa clara tengo hoy
¿Qué tal si mandamos a todos
A tomar por culo?»
(‘Si me necesitas, llámame‘, de @siloe_music)
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Sigue leyendo«Mi corazón, que alguien lo busque para mí.
¿Dónde está? Que esta noche no duerme contigo.»
(‘El aleph’, de @nenadaconte_oficial)
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Sigue leyendo«Así que vamos a bailar,
prometo no estar quieto
y olvidar a los que nos rodean.»
(‘Mucho más de lo normal‘, de @lacasaazuloficial)
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Lo que me gusta de hacerte regalos es que te hacen ilusión cosas que al resto de mortales simplemente les hace falta para no volverse locos: un poco de tiempo, una receta a fuego lento, una canción en el coche o, incluso más sencillo, un rato en silencio cogidos de la mano.
Y es verdad que este mundo necesita más tiempo, más recetas, más canciones y más silencio, pero lo más importante es tener a alguien a quien regalarle todo esto.
«Tu eres mi canción favorita,
y en repeat te voy a tocar.»
(‘WELTiTA‘, de @badbunnypr)
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Como aficionado a los conciertos, me resulta inquietante la cantidad de gente que se queja en vez de disfrutar. No digo que no haya que expresar a viva voz cuando uno no está contento con lo que recibe, sino que es un lloriqueo constante incluso cuando delante de ellos hay un espectáculo increíble. Es verdad que se puede ajustar un poco más el sonido, que el repertorio puede ser diferente o que, incluso, el artista podría haber hecho esa canción en acústico que tanto te gusta, pero a veces los conciertos por eso de que va en directo, tienen fallos que se pueden ajustar en fechas posteriores. Y no hay queja: de la música, al igual que de la vida, hay que disfrutarla y aprenderla tal como viene. Que hay que mirar a los ojos cuando se canta a pleno pulmón, que hay que coger de la mano en las canciones lentas y también bailar con las más movidas.
«Y de nuevo frente al espejo,
nos besamos muy deprisa.
Te beso el cuello y ahora tú te echas encima.»
(‘Magia en Benidorm‘, de @amaia)
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Estoy en ese momento en el que se me sigue pasando todo lo que se supone que, una vez pasado el tiempo, deja de pasar: se me iluminan los ojos, se me pone la piel de gallina, se me acelera el pulso y me dan ganas de recorrer tu piel con tanto ahínco que se te acaben tatuando las yemas de mis dedos. Escribir sobre lo que uno siente a veces es difícil, y también es complicado describir los sentimientos a viva voz, pero la piel nunca miente.
«Porque tú eres la estrella de mi corazón
Surcando el cielo de nuestro amor.»
(‘Dame estrellas o limones‘, de Family)
🔹🔹🔹
El otro día, hablando sobre eventos increíbles que han ocurrido en la historia, llegué a la conclusión de que podríamos saber perfectamente si el hombre había llegado a la Luna si buscáramos las huellas, aunque sean invisibles a día de hoy. Algo así pasa cuando te duermes encima de mí, o cuando me abrazas muy fuerte y suspiras, o cuando me das un beso en la frente. Para el mundo, todo eso es invisible, aunque para mí signifique que sí, que has estado ahí. Al final, lo que queda es la huella que dejamos en el otro.
«Y hoy siento que está pasando
El día en que me doy cuenta
De que me apetece estar toda la vida
Contigo y quiero hasta gritarlo.»
(‘Tengo un pensamiento‘, de @amaia)
🔹🔹🔹
Hubo una vez en la que tuvimos una conversación relacionada con el tiempo, de la imposibilidad de luchar contra él y de la de veces que nos ha abrumado el paso de este, de cómo hacía un solo segundo estábamos pasando nuestra primera noche juntos y de cómo también hemos encontrado nuestro hueco en este torrente tan grande, tan inmenso y tan gigante que es la vida que compartimos.
Nos hemos rendido: es imposible luchar contra el tiempo. Nuestra hora de dormir siempre serán las dos y no habrá capítulo ni película que se interponga antes. Nuestro tiempo es el que tenemos ahora y es con lo que nos tenemos que quedar, y disfrutarlo contigo es lo que más me llena.
«Y es que me hace volar
Como el águila que vuela en libertad.»
(‘No sé qué me das‘, de @fangoriaoficial)
🔹🔹🔹
A veces me siento estúpido por querer según qué cosas, y otras veces me siento demasiado ingenuo para que pasen. ¿Cómo puedo pretender que nada hubiera ocurrido antes de que nuestros caminos se cruzaran? ¿O cómo puedo, incluso, pensar en que nada pasará si llegan algún día a separarse? La cuestión es que a veces, y solo a veces, me dan ganas de que experimentes las cosas de la vida por primera vez conmigo. Como si en esa confesión, en confianza, en la que me dijiste que conmigo serías tu yo más auténtico no fuera suficiente, siendo de lo más valioso que me has dado.
«Me sumerjo en el tópico para contaros
Que habrá que abrazarse a la vida.»
(‘Si muriera mañana‘, de @rigobertabandini)
🔹🔹🔹
No es raro el escritor que se inspire en su muso o en su musa para tratar de sacar algún buen relato, un párrafo o un simple título a lo que se escribe. Precisamente, mucho de lo que escribo está inspirado en alguien tangible, concreto, con el que comparto caricias y también momentos. Y precisamente, y ahora te hablo a ti directamente, porque te dedico lo que escribo, todo esto me da rabia, miedo, rareza. Me abruma pensar que escribo demasiado sobre lo que me inspiras, o que me inspiras escribir o, simplemente, que me inspiras sentir. Precisamente me abruma también la idea de pensar en no sentir, en no escribir, en no inspirar. Seguramente, y quizás por esa misma razón, dejo llevar mis palabras tal como salen, porque son sinceras y reales, y como están aquí, les tengo que dar salida.
«Cuando era niño, pensaba distinto
era distinto, la vida no me cuestionaba.»
(‘Cuando era niño‘, de Fato)
🔹🔹🔹
En mi niñez, me imaginaba la luna como si fuera una gran bombilla que iluminaba el cielo por la noche, que era algo así como una lamparita que se enchufaba por la noche y se encendía para darnos la luz y la calidez que nos faltaba porque el sol estaba descansando. A mi madre le contaban también algo parecido, pero con la playa: sus padres, mis abuelos, le contaban que era imposible ir a la playa en ciertos momentos del año porque estaba vacía, ya que le habían quitado el tapón y no habría agua donde bañarse. Es curioso lo que hace la imaginación y la inocencia, pero también la confianza: te crees algo a pies juntillas simplemente porque te parece lógico, aunque lógico en esta vida haya poco.
«Si te atreves, no me sueltes.»
(‘Prometo‘, de @pabloalboran)
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En mi experiencia como profesor, he corregido un sinfín de ejercicios; entre ellos, unos para unos exámenes oficiales, en los que hay que transformar una oración en otra utilizando una palabra clave. Básicamente, hay que decir lo mismo en una frase y en otra, pero con otras palabras y que tengan el mismo significado. Es curioso que, si lo pensamos de la manera más abstracta posible, de eso tratan las relaciones: de mantener un significado similar, aun con palabras diferentes o, simplemente, usando expresiones distintas. De que da igual si nos llamamos de una manera u otra si lo que sentimos es tangible. De que no importa si nos damos un beso o tres, sabiendo que tenemos más en la recámara. De que nos entendemos. Y con eso todo tiene que fluir.
«Te pienso y te miro.
Al ver cómo me miras, me he visto a mí mismo.»
(‘El destello‘, de @juanjobona / @martinurrrutia)
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Hoy me toca hablar de las cosas que sé que te dan coraje que haga, como inundar tu casa de humo cuando cocino (y hacer que suene la alarma), decir palabras «random» en inglés en mitad de una frase o encender la luz del techo cuando todavía no es el momento. Pero es que sé que, incluso hasta con mis defectillos tontos, con mis taras de fábrica y con aquellos vicios que estoy intentando cambiar para bien, me ves tal como soy. Hacer que seas transparente para la persona indicada es algo que no todo el mundo puede conseguir y no sabes lo afortunado que me siento.
«Es el momento perfecto
Y el lugar correcto.»
(‘Esta noche‘, de @amaral.oficial)
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Cuando llega la noche, hay gente que se complica la vida. Muchos llega una hora inespecífica en la que se van al baño, se miran al espejo y, en una época llena de «influencers» que nos intentan meter a presión su rutina de noche, basada en cremas, ungüentos y sérums, marcan de forma religiosa cada paso, como si fuera una danza especial que tienen aprender. Yo, sin embargo, prefiero de lejos la nuestra, basada en episodios de una serie a medio terminar, cabezaditas en el sofá y cáscaras de pipas. También de caricias, besos y algún que otro desvelo por la preocupación de si he puesto el despertador. También de esa procesión a la cama, casi con vergüenza, admitiendo que es más tarde de lo que debería. Pero, sobre todo, de ese último roce antes de quedarnos profundamente dormidos, justo después de reírnos de los vídeos que te tengo preparados para antes de rendirnos ante el sueño.
«Y caminar cerca del mar
Amarradita siempre a tu cintura
Que esta locura de amarte no puede acabar.»
(‘Quiero ser‘, de @amaiamonterooficial)
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Aún recuerdo el diario que le dediqué a la primera persona de la que me «enamoré». En esa libreta escribía, prácticamente siempre antes de dormir, todo lo que me había hecho sentir, todo lo que quisiera que hubiera ocurrido o, simplemente, demostrar cómo me sentía. Precisamente algo parecido pasa con todos estos relatos, con todos estos momentos en los que me siento delante de la libreta en blanco y me desarmo, una vez más, para demostrarte lo que siento, sabiendo ahora que sí, que lo que siento es totalmente cierto, tangible, real. Por el beso más intenso, la caricia más profunda o el abrazo más «apretao». Por dormir cogidos de la mano, por hablar hasta tardísimo, por desayunar juntos.
«Y ahora quiero pedir perdón,
borrarte del todo, buscar valor, huir del pasado.»
(‘No pensar en ti‘, de @soleamorente)
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Hace un tiempo leí que hay personas que queman todos los puentes con la gente que les quiere porque prefieren ser islas perdidas en mitad de un océano grande y absurdamente aburrido. Prefieren sentirse aislados del mundo porque necesitan ajustar su narrativa de que nadie le quiere o, simplemente, por el hecho de que no quieren admitir que hay gente que se preocupa por ellos. Hoy me he acordado de ese texto y he dicho «pues sí que hay islas en este mundo».
«It will come a day
When we will find our way.»
(‘Tattoo‘, de @loreenofficial)
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Siendo profesor, corregir exámenes es parte de mi trabajo. No me quejo; de hecho, es una de las tareas que más me gusta hacer. Ver cómo van mis alumnos, si han entendido los tiempos verbales que hemos visto en clase o si hacen bien las condicionales. Sin embargo, hay veces que al corregir, al escribir o, simplemente, al vivir hacemos tachones que nos manchan las manos de tinta, emborronando el texto y dejándolo sucio, y, en muchas ocasiones, ilegible. Algo parecido pasa con las personas: hay algunas que nos dejan una huella bonita en la piel y en el corazón, y otras un mal tatuaje.
«Watching all the people go about their lives,
and we decided their futures for them and ugly laughed.»
(‘just stand there‘, de @fredagainagainagainagainagain)
🔹🔹🔹
Los viajes en avión siempre me inspiran. ¿Qué historias tendrían que contarnos los pasajeros del viaje que compartimos? Me preguntó por qué habrá elegido la persona sentada en el 12C un destino tan raro como este en mitad del verano, o por qué estará tan triste la chica que se ha subido al aviso de «última llamada», o por qué los padres que han logrado sentarse juntos habrán decidido dejar correr por el pasillo a su hijo de tres años, con lo que está molestando a los azafatos. Son historias que me llaman la atención y me gustaría conocer más a fondo si tuviera el tiempo, la oportunidad o las ganas.
Me pregunto si, aunque sea de casualidad, alguien que me vea se pregunta lo mismo. «¿Por qué viajará un lunes a este destino?», «No lleva mucho equipaje, ¿por qué será?», «¿Quién será el chico que se ha sentado delante, sin compartir fila, pero con el que habla de una forma tan cómplice?».
«Me miras muy fijamente,
Vente conmigo a bailar.»
(‘Estoy bailando‘, de Las Hermanas Goggi)
🔹🔹🔹
Me da pena que ya no baile tanto como antes. En las fiestas del colegio o las del barrio, siempre me encargaba de hacer algún tipo de coreografía para presentarla frente al público. No lo hacía por ego ni por narcisismo, sino por necesidad. Bailando me sentía pleno. Sentía que ningún comentario ni mirada me podía hacer daño. Supongo que ahora, que me siento más libre, no tengo tanto que bailar. Sin embargo, echo de menos pensar en la alegría que me daba descubrir qué paso de baile le venía bien a la canción que había escogido. Era como si estuviera en un proceso de creación constante del que no quisiera salir porque ahí estaba siendo la mejor versión de mí mismo.
«Te juro que a nadie le he vuelto a decir
Que tenemos el récord del mundo en querernos.»
(‘Rosas‘, de @laorejadevangogh)
🔹🔹🔹
Había una amiga en la escuela con la que congenié muchísimo. Nos dedicábamos canciones de La Oreja de Van Gogh y no nos parecía cursi. Hubo un momento en el que dejamos de hablarnos. Aunque yo tenía otros amigos en clase, debo decir que sufrí mucho con la distancia entre nosotros. Otra amiga, casi sin quererlo, nos volvió a juntar. La primera conversación fue tan incomoda como necesaria, pero dejamos que la nostalgia y la lógica se hicieran hueco en la reunión, y acabamos abrazándonos. A veces recuerdo los motivos de nuestro distanciamiento: me da la sensación de que estábamos proyectando en el otro la frustración que nos daba no poder ser nosotros mismos. También me da la sensación de que, al fin y al cabo, éramos solamente dos niños descubriendo quienes querían ser, y que en ese terreno todo vale, todo se perdona y todo se quiere. Hoy sigo teniendo a esa amiga en mi vida. Ahora, que sabemos quiénes somos, sabemos dónde estamos el uno para el otro.
«I guess the apple don’t fall far from the tree
‘Cause I’ve been looking at you so long, now I only see me»
(‘Apple‘, de @charli_xcx)
🔹🔹🔹
Sé que no soy el primero que se ha preguntado cómo cojones hemos llegado hasta aquí. No entiendo la vida, me atropella y me angustia, pero a la vez admiro su maravillosa existencia. Mi hermana y yo nos quedábamos mirando las estrellas cuando íbamos al pueblo. Era raro el momento en el que no nos preguntábamos, casi siempre en voz alta, «¿por qué los humanos?».
Y es que hay conceptos tan profundos que se me escapan a la lógica, pero también a la fe. A lo mejor es que no tenemos que perder el tiempo pensando en cómo hemos llegado aquí. A lo mejor es que tenemos que dejar de pensar en cómo vuelan los aviones o por qué no funciona la política, y pensar en lo bueno de esta vida. En ese abrazo, en esos besos en la frente antes de dormir, en el contacto en la cama, en el ratito en el sofá mirando la tele antes de admitir que estás demasiado cansado para enterarte de lo que (supuestamente) estás viendo. En los «te quiero» inesperados, en un ramo de flores o en un rato jugando a la consola. A lo mejor, solo a lo mejor, dejaremos de preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí.
«You make me wanna make you fall in love
Oh, late at night, I’m thinking ‘bout you, ah, ah, ah.»
(‘Juno‘, de @sabrinacarpenter)
🔹🔹🔹
Hace más tiempo que te pienso que no te pienso, y que vivas en mi mente de forma permanente me hace darme cuenta de la poca huella que han dejado los que la han visitado antes que tú. Es curioso que un «no me quiero ir de aquí sin tener tu número» haya acabado así. Cogidos de la mano, teniendo una visión más allá de la que nos dejan ver los ojos.
«Brindo, por todas las malas y las buenas que queden por venirnos.»
(‘Hermosa casualidad‘, de @sensenra)
🔹🔹🔹
Hay una palabra que hace años que me acompaña: «grande». Me hace tanta compañía que no solo la pienso, sino que también la vivo. Es todo tan grande en mi vida que decidí tatuarme que nací para algo grande. Y lo más curioso de todo es que con lo de grande, por primera vez en mucho tiempo, no me refiero al tamaño, sino a lo que me hace sentir. Gracias por hacerme sentir grande.
«Siempre dice la mamá que to’ pasa por algo,
y cuando nos conocimos supe que eso es verdad.»
(‘MI TEAM!‘, de @oddliquor)
🔹🔹🔹
Estudiar idiomas me ha hecho darme cuenta, en diferentes ocasiones, de que lo que decimos tiene mucho que ver con quiénes somos en realidad, de qué manera estamos construidos y cómo nos comunicamos con el resto de las personas que nos rodean. Por eso, cuando noto que se te escapa un verbo en plural, incluso de manera tímida, sé que estás pensando en mí, en ti, en nosotros. En un número, el plural, que no existiría si no fuera, precisamente, por la combinación de nuestros singulares.
«Aquí no existe el pecado
Y equivocarse es bonito
Los errores son placeres
Igual que to’ tus besitos.»
(‘Ojitos lindos‘, de @badbunnypr)
🔹🔹🔹
Nunca he sido bueno dibujando, pero apuesto a que podría reproducir tu figura en papel si me lo propusiera. Tengo en la mente cada línea que forma tu contorno, dónde están los recovecos difíciles de plasmar con la tinta y por qué habría que colorearte los ojos de un tono específico de azul. Y es que, si bien no soy bueno dibujando y creo que, en realidad, no me atrevería jamás a volver a jugar a ser artista, sí que me gustaría recorrer cada noche tu cuerpo con mis manos, mientras empiezas a dormirte y decides que estás en un lugar seguro.
«Solo creo en Dios cuando te miro a la cara,
solo creo en el cosmos cuando me arañas la espalda,
solo creo en milagros cuando me besas en los labios,
solo creo en fantasmas cuando te vas de la cama.»
(‘El milagro‘, de @chicasobresalto)
🔹🔹🔹
Más de una vez he escrito acerca del tiempo, y también acerca de cómo vuela cuando quiere. El tiempo es caprichoso, como lo somos nosotros cuando nos apetece. Fíjate, que hasta para ser caprichosos tenemos nuestros momentos. Pero el capricho de derretirme ante tus palabras todavía no lo supero, y menos cuando, abrazados en la cama, a punto de quedarte dormido, me dices lo mucho que querías verme.
«Cuánta más gente aparece, más quiero tenerte cerca.
Si un día se me olvida, recuérdame quién nos abrió su puerta.»
(‘Sigo aquí‘, de @bea.ot2023)
🔹🔹🔹
El otro día pensé que lo único que nos diferencia del mundo es que tenemos sentimientos. Para ellos, no hay un manual de instrucciones en el que se establezca los posibles errores que puedan suceder. Lo malo de no tener manual es que nos puede dar miedo no saber cómo se nos soluciona la vida… pero es que no somos una lavadora que pierde agua al centrifugar, ni tampoco una nevera a la que se le apaga la luz, o un horno que ha dejado de calentar. Somos personas que tienen sentimientos y que los tienen que mostrar al mundo.
«Te regalo un otoño,
Un día entre abril y junio,
Un rayo de ilusiones,
Un corazón al desnudo.»
(‘Bachata rosa‘, de @juanluisguerra)
🔹🔹🔹
No sé dónde leí que lo importante de vivir es empezar a hacerlo, y cuanto antes mejor: poder disfrutar de la risa, no reprimir las lágrimas, abrazar cuando apetezca y besar cuando corresponda. Y las ganas que me dan de empezar a vivir contigo mil veces…
«A veces, mar en calma,
y otras veces, cascada.
Todo fluye como el agua
si lo dejo salir.»
(‘Agua‘, de @chanelterrero)
🔹🔹🔹
Una de las principales características de los líquidos es precisamente el ser capaz de adoptar la forma del recipiente en el que se encuentran. Me parece de afortunado el no tener continente alguno contigo, y que podamos fluir tal como nos merecemos, compartiendo nuestro cauce y llegar finalmente a un mar que nos espera con los brazos abiertos.
«Cuando zarpa el amor, navega a ciegas,
y es quien lleva el timón.»
(‘Cuando zarpa el amor‘, de @salma.ot2023)
🔹🔹🔹
Siento que, en esto del amor, a veces hay que correr más que otras; sin embargo, a pesar de que las distancias suelen ser cortas entre los amantes, me daba la sensación de llegar siempre tarde. Hasta ahora. Lo que vivimos es un paseo que nos hace poder disfrutar, por fin, del paisaje.
«Bailando alrededor del río,
aceptando todo lo que vino,
bebiéndolo y dejando ir.»
(‘Amapolas‘, de @leorizzi)
🔹🔹🔹
Todavía me parece curioso que, después de tanto tiempo, aún existan recovecos de nosotros que nos queden por descubrir. Lo mejor de este viaje es, precisamente, poder perderse en esos detalles, el ir sin brújula y saber que tendremos un buen destino.
«Apaga las luces del universo que voy a empezar a contarte los huesos,
Y quiero que el cálculo sea imperfecto, que siempre nos quede un error milimétrico.»
(‘Perseide’, de @carlossadness)
🔹🔹🔹
Mirar atrás en la vida solo sirve para dos cosas: para lamentar y para aprender. Para mí, me sirve, además, para redefinir conceptos como la suerte, el amor, el cariño y el abrazo, pero también el miedo, la ausencia y el dolor. Sin embargo, lo primordial que tiene el pasado es el recuerdo: de lo que ya no está para vivir al máximo lo que tenemos, lo que nos debemos, lo que nos queremos.
«In daylights, in sunsets
In midnights, in cups of coffee
In inches, in miles
In laughter, in strife.»
(‘Seasons of love‘, de Rent)
🔹🔹🔹
Me sigue sorprendiendo la vida, con sus más y con sus menos. Lo que me ha sorprendido hoy es cómo vuela el tiempo a veces y lo lento que camina el resto, lo difícil que se hace la espera y lo fácil que se hace pensar en la vuelta.
«No tengo manillas ni hago ding-dong,
porque tampoco soy un reloj.»
(‘Solo soy una persona‘, de Mecano – @quevuelvamecano)
🔹🔹🔹
Hay veces que me siento desbordado, no solo por lo que tengo que hacer, sino también por lo que se espera de mí. ¿Alguien le puede decir al mundo que lo más probable es que aquel niño perfecto que fui nunca volverá porque seguramente nunca haya existido?
«¿Quién podía imaginar
que esto llegara a suceder?
Tan fuerte como una tormenta.»
(‘Me enamoro‘, de @anamenamusic)
🔹🔹🔹
Dicen por ahí que la mejor forma de hacer que alguien aprenda a nadar es tirarlo al mar o a un río y dejar que el instinto de supervivencia haga el resto.
El problema es cuando te tiran a una piscina que está vacía. La hostia es monumental, y te acuerdas de todo menos de aprender a nadar. Desde aquí te agradezco no solo que me hayas llenado la piscina de agua, sino que hagas todo lo posible por hacer que deje los manguitos y podamos nadar felices.
«Oh, oh woe-oh-woah is me
The first time that you touched me»
(‘Mystery of love‘, de @sufjanstevens)
🔹🔹🔹
Eres como ese libro que se guarda en la mesilla de noche, ese libro que miras con ilusión para ver qué historias cuenta y ese que te hace soñar en cosas bonitas, pero también ese libro que sabes que va a estar ahí esperándote antes de irte a dormir.
«Contigo el verano no se acaba nunca.
y la noche es menos oscura entre tanta ternura.»
(‘La ternura‘, de @carlossadness)
🔹🔹🔹
Hay conversaciones que son necesarias, igual que hay actos que son inevitables. No somos plantas, pero tenemos que dejarnos regar, echar raíces y florecer. Es algo tan básico que no nos ponemos a pensar en ello hasta que nos encontramos ahogados por un invernadero. Menos mal que encontré aire fresco, agua y sol contigo.
«Just act normal
Moka pot Monday, it’s all good
Hey, you
Should we just keep driving?»
(‘Keep Driving‘, de @harrystyles)
🔹🔹🔹
No se te conoce por tus dotes en la conducción (tienes muchas otras), pero siempre me emocionas cuando lo haces. Entras, metes primera, aceleras y no frenas, a pesar de que conduces la carretera de mi cuerpo, que es una curva continua, y deberías tener cuidado. Cuidado porque al final vamos a llegar a nuestro destino, y no quiero que este viaje se acabe.
La Casa nació en algún momento en los años setenta, aunque, por el estado en el que está, podría haber llegado a este mundo en los años cincuenta. No tuvo una infancia fácil, pues creció rodeada de naves industriales, en lugar de edificios que le hicieran compañía. Tenía algún que otro hermano, pero acabaron muriendo para poner un supermercado. No tuvo descendencia, pero sí que tuvo muchos inquilinos. Es una lástima que el último inquilino haya decidido abandonarla. Todavía se siente muy viva, a pesar de las arrugas y de las grietas. Todavía quiere a alguien que, por última vez, le llame «hogar».
«En la segunda obra de Gael Bárcenas, ganador del Premio Planeta con su debut literario «Amarneceres», el tema sigue siendo el amor romántico y el deseo sexual; sin embargo, hace un extenso, pero certero reportaje de las relaciones homosexuales, en el que el autor comparte su visión sobre sus propios «líos, embrollos y dramitas varios», centrados precisamente en esa satisfacción que da sentirse querido, deseado y el protagonista de tu propia historia. ⭐⭐⭐⭐»
Cuando eres niño, tienes que jugar; sin embargo, a algunos niños se les exige ser adultos, tener madurez suficiente para llevar cosas para adelante y tener la conciencia lo más cuadrada posible. ¿La razón? Porque quienes deben tener la madurez suficiente deciden no tenerla. Suplir las figuras de referencia es algo que demasiados niños hacen… Hoy me pregunto que sería de ellos, de nosotros, si nos hubiéramos dedicado a jugar.
Dije en un momento que hay personas que te marcan como un tatuaje; de hecho, coincido y añado: hay textos también que te marcan hasta el infinito. Precisamente por esa reflexión y reflejo que hay en algunos textos, es importante escribir con el corazón, y no con la cabeza, y dejar que lo dedos pasen por las teclas como si fueran su hábitat natural. Precisamente es lo que más me gusta de mis escritos, que hablan desde un punto personal que hacen que me vea reflejado, pero que también sirva de espejo para otros. Seguramente por esa misma razón tengo tantos textos sin terminar.
—Tenemos que hablar —dijo, finalmente, rompiendo el silencio—.
Lo había estado pensando durante meses, pero era el momento idóneo. Le habían ofrecido un puesto en otra ciudad y, por otra parte, estaba harto de poner copas y volver a casa para no recibir el cariño que necesitaba.
La frase fue fatal. El receptor del mensaje se había dado cuenta de que la historia se acababa y no pudo hacer otra cosa que romperse en llanto. Nuestro protagonista, sin embargo, se mantuvo fiel a sus principios y, aunque también le daba pena, para él fue una liberación más que cualquier otra cosa.
El otro día me puse a contar: hemos visitado tres países, hemos hecho —al menos— diez viajes, hemos tenido cientos de cenas y y hemos compartido miles de noches durmiendo. Como se me da tan bien contar, me da la sensación de que hay veces en las que necesito recordarte que tú, que también sabes contar, puedes contar conmigo.
Este que os cuento hoy es un sueño recurrente. La primera vez me resultó tan real y tan angustiosa que, supongo que a modo de defensa, mi cabeza ha sido incapaz de replicar esa misma sensación.
Me levanto de la cama, con mucho sueño. Miro el reloj: todavía no han dado las dos de la mañana. Me cambio de ropa, me lavo la cara, cojo las gafas y me dirijo a la calle. Decido entrar en el coche, meto la llave en el contacto, lo arranco y empiezo a conducir con destino desconocido. El tráfico es ligero, por lo que acelero un poquito más de la cuenta. Adelanto sin mirar quién conduce, aunque debo decir que me da curiosidad a quién se le ocurre coger el coche de noche.
En un giro, mi volante no responde y acabo saliéndome de la carretera. Lo único que veo es cómo las luces delanteras alumbran un puente, un barranco, un terraplén… y cuando veo que no me ha pasado nada e intento quitarme el cinturón, me despierto. Siempre me pasa igual, aunque, insisto, la primera vez fue la que más miedo me dio.
La manzana que oculta el rostro del protagonista de esta obra tiene motivos religiosos, ya que es una referencia clara al pecado original, la tentación e, incluso, la inmortalidad. Es un símbolo que, en el título «El hijo del hombre», hace referencia al mismísimo Cristo.
Sin embargo, el hombre de la pintura no puede ser más normal. Viste bombín y traje, una indumentaria clásica y corriente durante los años en los que se creó la obra… y, aun así, a pesar de ser normal, nos oculta lo que más nos diferencia: el rostro.
Esta ocultación por parte del autor nos hace tener curiosidad por saber qué está pasando, que nos está queriendo contar, qué hay que hacer para entender su mundo.
Es curioso cómo me han ido llamando a lo largo de mi vida. Nunca he tenido un mote ofensivo y los apodos cariñosos con los que la gente me llamaba eran más pequeñas variaciones de mi nombre o de mi apellido que algún apodo en sí.
Sin embargo, hubo un episodio en el colegio que hizo que me empezaran a llamar todos «Parra». El origen tiene que ver con un chiste que hice a uno de los matones, intentando caerle bien, precisamente con una «parra» de por medio.
«Pues ya te lo has ganado: a partir de ahora eres el Parra», me dijo. La verdad es que tenía miedo de que todos me lo llamaran de forma despectiva, pero resultó ser que me lo llamaban de forma cariñosa, afectuosa y cercana. Todavía a día de hoy muchos tienen relevado mi nombre y me siguen llamando como me llamaban en el colegio: Parra.
Despertarse a las 6 de la mañana no me hace gracia, pero es necesario para hacer todo lo que tengo que hacer. Una vez empieza el día, es cuestión de ir encadenando todo lo que me queda por hacer: que si ahora hago la compra, que si hago la comida, que si termino (por fin) de trabajar en este sitio que tan poco me gusta… y luego toca cenita, momento de cine y a dormir como los buenos. En realidad he descrito prácticamente cualquier viernes que se precie, pero el de mañana es especial.
Es gracioso que me hayas contado precisamente ese secreto que no quieres que cuente a nadie, pero que sería tan bonito que todos lo supieran. Quitarse esa piedra de encima te liberaría, te haría más feliz y también haría que dejaras de tener tantos problemas de tiempo, de sueño o, simplemente, de tranquilidad. No contarlo es parte del secreto, pero juraría que casi se me escapa cuando sé lo bien que te haría.
Hay recuerdos que saltan de repente, como un cardenal, un salpullido o la explosión de un fuego artificial. Hoy he recordado cómo debatíamos cómo el silencio de debajo del agua nos relajaba y nos daba miedo a partes iguales, y, para romper ese silencio, solo dijiste: «Abrázame».
Llevo toda mi vida laboral con un post-it en la frente que todo el mundo parece entender menos yo: «Soy sustituible». Me dijeron que traducir sería cosa de las máquinas, y que ahora se puede enseñar a través de otros medios. Y fíjate que una cosa que me di cuenta hace un tiempo ya es que mi trabajo solo es una parte de mí. Mientras no sea sustituible con los míos, me vale. Ya vendrán otras cosas.
Me han dicho muchas veces que la cosa no es el qué sino el quién. Y es verdad que, entre todo el movimiento que hubo esa noche, solo recuerdo la música y las primeras palabras de esa canción, de LA CANCIÓN:
«𝘌𝘢𝘤𝘩 𝘵𝘪𝘮𝘦 𝘵𝘩𝘦 𝘸𝘪𝘯𝘥 𝘣𝘭𝘰𝘸𝘴
𝘐 𝘩𝘦𝘢𝘳 𝘺𝘰𝘶𝘳 𝘷𝘰𝘪𝘤𝘦 𝘴𝘰
𝘐 𝘤𝘢𝘭𝘭 𝘺𝘰𝘶𝘳 𝘯𝘢𝘮𝘦…»
En cada viaje que hago me pasa lo mismo: meto demasiado en la maleta, me quedo corto o no acierto con la ropa porque el clima cambia de un día para otro. Precisamente las maletas nos definen mucho más de lo que creemos. Por eso nos dicen qué nos llevaríamos a una isla desierta, para ver qué nos llama, con qué nos quedamos de todo lo que tenemos y podemos alcanzar. Me encantaría decir que me llevaría muchos libros para estar entretenido, o mucho papel para escribir, pero me da la sensación de que me pasaría como siempre que hago la maleta: que no acertaría.
Parece mentira, pero después de casi cien conciertos, tocaba decir adiós. Y, esta vez, para siempre. Nadie sabía que estaba a punto de despedirme de los escenarios para no volver. Estaba cansado, la vida del artista no era para mí y, ahora que había decidido no renovar el contrato, era el momento indicado. Todas aquellas personas que estaban a punto de corear mis canciones estaban a punto de empezar a olvidarme. Daba vértigo, pero era necesario volver a pisar tierra y vivir la vida de otra forma.
No sé cómo se me ocurrió hacer lasaña por primera vez, pero, desde que sé lo que significa, no he podido dejar de prepararla. No solo me encanta su sabor y cómo siempre está buena, sin importar si está fría al día siguiente o recién sacada del horno, sino porque compartimos ese momento de intimidad delante de placas de pasta, carne picada, queso, bechamel y un poquito de cariño.
«Cuando nadie me ve, puedo ser o no ser». Considero que soy una persona recta, íntegra y consciente, pero, a la vez. me da rabia sentirme reflejado en una canción que, por otro lado, no hace más que definirnos a todos un poquito. Sí, somos nuestros valores, nuestras opiniones y nuestras vivencias, pero también tenemos que tener contradicciones para seguir viviendo y que lo que tenemos tenga sentido.
A veces, es bonito cuando recuerdas un libro desde la distancia, desde lo que te hizo sentir en ese momento. Hay un pasaje de uno que me encanta, y dice algo así como: «Quizás mi vida no es tan caótica, pero el mundo sí que lo es, y la trampa es cogerle cariño solo a una parte. La ruina es siempre un regalo, un camino eterno a la transformación». Estoy seguro de que no es exactamente así, pero así es como me gusta recordarlo.
Creía que era una frase hecha en inglés, pero resulta que una de mis frases favoritas resulta ser el título de una canción de un grupo que no conocía: «hold on tightly, let go lightly». También he encontrado que es un dicho japonés. De todas formas, la cuestión no es esa. Me encantaría que el mundo tratara de adoptar esa frase un poquito más en su vida: la idea de 𝓶𝓪𝓷𝓽𝓮𝓷𝓮𝓻 tus ideas es algo increíble, precioso y valioso, pero hay que 𝓭𝓮𝓳𝓪𝓻𝓵𝓪𝓼 𝓲𝓻 si el mundo nos grita que nos estamos equivocando. Pero todo hay que hacerlo en condiciones: con un poco de cariño.
Es curioso cómo puede cambiar la perspectiva del tiempo. Sé que es algo como muy personal, pero me sigue sorprendiendo cómo pasa de lento cuando vas a un sitio que no te apetece ir y lo rápido que se pasa (y, añado, lo fácil que resulta) cuando te diriges a un lugar al que sí que deseas ir.
Por ejemplo, cuando salgo del garaje, giro a la derecha y tiro todo recto, a pesar de todas las rotondas, y luego giro a la derecha y, por último, a la izquierda. Luego toca un «Ya estoy aquí» y se acabó el paseo. Este, en concreto, es de los muy cortos, prácticamente ni noto que voy conduciendo.
Nueva York tiene todo lo necesario para empezar desde cero: es grande, tiene recursos y está llena de oportunidades. Puedes ir a comerte un trozo de pizza en la calle o ir a los restaurantes más caros del mundo, tienes la posibilidad de tratar de cazar puestas de sol desde los rascacielos o, simplemente, tirarte en Central Park a dejar que pasen las horas. ⭐⭐⭐⭐
«I’ve loved you three summers now,
honey, but I want ‘em all.»
(‘Lover‘, de @taylorswift)
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Me hace ilusión que lo que tenemos sea una lista de cosas por hacer que no se termina. Siempre hay algo nuevo que compartir: un viaje, un beso, un abrazo, una receta o un consejo. Y creo que lo maravilloso de la vida es que siempre haya algo después de lo que parecía finito, que siempre exista algo pendiente que nos mantenga vivos.
«Te doy la mano y corremos, dentro de un rato volvemos.
Que nadie llame que no respondemos.»
(‘Amigos’, de @pabloalboran)
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Hay personas que son como cuerdas, que no se dan cuenta de que, con sus tirones, nos hacen quemaduras en la piel. Yo solo pretendo ser el hilo del que tienes que tirar para llegar a casa.
«And when I felt like I was an old cardigan
Under someone’s bed
You put me on and said I was your favorite.»
(‘cardigan’, de @taylorswift)
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Hay historias que no se cuentan porque estamos demasiado ocupado viviéndolas. Hay momentos que hay que atesorar porque el tiempo es un chasquido que tardamos mucho en escuchar. Hay personas que te abrazan como una manta en invierno o una caricia en el pelo. Hay amores que son tan difíciles como un sudoku o tal fáciles como respirar. Y esa es la vida que estamos viviendo.
«I was afraid to let you in here,
now I have learned
love can’t be made in fear.»
(‘Falling into you’, de @celinedion)
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Jugar a las cartas siempre me ha parecido una actividad increíblemente satisfactoria. No solo porque la relaciono con tiempos felices de mi vida, sino también porque (creo) se me da bastante bien tener una buena mano y jugar hasta el final, con todos los riesgos y emociones que ello conlleva. Lo que pasa en la vida, sin embargo, es que no se puede jugar a todo con a misma mano, tenemos que robar cartas, dejar algunas ir y también cambiar la jugada. Y en eso estamos: viendo a ver qué cartas me presenta la vida, que yo voy all-in, con todo.
«Una cartica que yo guardo donde te escribí que te sueño y que te quiero tanto.»
(‘La bicicleta’, de @shakira)
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El hecho de que escriba menos de lo que quisiera solo indica que hay historias que no quiero compartir, o que, simplemente, se dan tan por hecho que no es siquiera necesario que se plasmen en palabras. Sin embargo, a veces sí que hace falta ese empujón para indicar que sí, que estás ahí, que estás esperando y que sigues sintiendo. Pues que esto sirva como carta, como la correspondencia que te mereces.
«Ma noi non siamo quel tipo di gente,
noi che viviamos soltanto il presente.»
(‘La pubblicità’, de @la_prohibida)
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Vivir el ahora con la intensidad que se merece, tener claro que cualquier momento vale la pena. Saber que lo normal es hacer más de lo que uno quiere hacer.
«Y si prefieres volar, volaremos bien alto.»
(‘Yo quisiera’, de @its_alicewonder)
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Muchas veces nos sumergimos en una búsqueda del tesoro interminable, en una lucha eterna por ver qué podemos hacer de más para ser más felices. Y fíjate, menuda tontería, porque cuando paso tiempo contigo, me doy cuenta: debo dejar de buscar.
«No sé muy bien qué quiere decir amar.
Puestos a saltar, prefiero lanzarme al mar,
y a ver qué pasa, y a ver qué pasa, y a ver qué pasa»
(‘A ver qué pasa’, de @rigobertabandini)
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Hay cosas inesperadas que dan justo la chispa necesaria como para que algo empiece a arder de una manera tan bonita como lo que presencio cada vez que cruzamos la mirada. Y fíjate lo inesperado: no éramos los favoritos, ni los indicados, pero creo que la magia de todo esto es que se ha convertido en un «a ver qué pasa» constante, y con eso me quedo.
«Y poco a poco olvidar
El tiempo y su velocidad»
(‘Lento’, de @julietavenegas)
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Me aburren los que dicen que el presente es un obsequio, porque, al menos para mí, es más bien un constante recordatorio de que las cosas cambian, el tiempo se acaba y las cosas se pueden ver desde un prisma diferente. Y no considero que esto sea un regalo, porque es una putada, realmente, hasta que te das cuenta de que todo ese cambio, o, más bien, de que todo ese momento puede jugar a tu favor. Precisamente el otro día me dijeron «ahora estoy aquí, quiero disfrutar de lo que tengo», y es una lección que he aprendido a base de experiencia. Sigamos con lo que tenemos.
Arroz. Una lata de tomate triturado. Una pechuga de pollo. Un vaso de vino. Media cebolla. Un pimiento verde. Un pimiento rojo. Y mucha, mucha paciencia.
No sé cómo hacía la mezcla en la olla para desprender tanta magia después de la cocción, pero está claro que, después de un tiempo, se me olvidó el truco.
El Jardín Botánico me parece un lugar mágico, y no solo por la vegetación que está alojada en sus terrenos, sino por las miles de historias que pasaron entre sus pasillos, o la de besos que tuvieron como escenario su peculiar cúpula.
Son las siete de la mañana, y mi madre se hace la dormida, aunque sé que escuchar las llaves le hace suspirar de alivio. «Mi niña está en casa, sana y salva», pensará. Aunque sé que, por desgracia, habrá chicas que no volverán sanas o que, directamente, no volverán.
Es curioso que el título de una obra de arte sea tan descriptiva como el «Cuadrado negro sobre cuadrado blanco» de K. Malévich. Y es curiosa también que el hecho de que exista un cuadrado negro sobre un cuadrado blanco significa que también existen otros mil colores con los que mirar el arte, la música, el amor y la vida.
Eran apenas 41 km, pero, siendo un niño, esas distancias te parecen eternas, y más cuando vas a un sitio que, aunque para algunos era un refugio, para mí era un castigo.
Llegaba el fin de semana y también llegaba el maldito momento en el que teníamos que coger el coche e irnos a aquella casa, en la que apenas tenía espacio para mí (de hecho, estaba prácticamente al descubierto), y en la que tenía que estar esquivando las miradas y las palabras que tanto miedo me daban.
No suelo recordar los sueños; de hecho, me parece curioso que la gente los recuerde de forma lúcida, que pueda reconstruirlos con palabras una vez despierto o con imágenes dentro de sus cabezas.
La cuestión es que, por una vez, recuerdo el sueño que tuve hace un par de noches. Conducía sin ningún tipo de destino predeterminado. No había puesto ningún lugar en el GPS, porque parecía conocer el camino. Tampoco tenía música puesta. Son precisamente cosas que suelo hacer nada más me monto en el coche, por lo que sí que era de extrañar.
Sin embargo, no me sentía raro, sino relajado. Por una vez en mucho tiempo, parecía aprovechar la oportunidad de lo que me deparaba la vida con tranquilidad.
Hacer la maleta siempre me parece un ejercicio curioso, y que demuestra que cada persona es un mundo. El hecho de que yo la deje para el final, que improvise sobre la marcha y que, al final, no utilice la mitad de lo que llevo demuestra qué tipo de persona soy.
«Las 𝙩𝙧𝙖𝙜𝙚𝙙𝙞𝙖𝙨 también son un regalo; las ruinas son el camino a la transformación.»
—Liz Gilbert, «Come, reza, ama»
Rebuscando en mis cajones, encontré ese reloj (básico y barato) que me compré para controlar las horas que pasaba haciendo los exámenes para poder ser profesor.
Qué pobre la vida de ese reloj. No solo nació con un solo objetivo —controlar mi tiempo—, sino que no pudo reproducir sus minutos más allá de ese pequeño cajón donde durmió hasta que, en el momento en el que descubrí que seguía ahí, se paró en seco.
No suelo leer mucho las noticias, porque casi ninguna es positiva y, sinceramente, el mundo en el que vivimos me abruma un poco. Sin embargo, en una de esas raras veces en las que abrí la página de noticias, me encontré unas de esas publicaciones catastróficas, en las que se decía que, de noche, iban a tener que apagarse las luces de la calle, además de algunos monumentos, para colaborar con el ahorro energético.
Aunque sabía que era mentira (o, mejor dicho, que la noticia en sí no era lo suficientemente clara), agradecí que nadie tuviera control sobre la luz que desprendemos nosotros.
En la ciudad se escuchan muchas cosas. Casi todas esas «cosas» son ruidos que se van acumulando: el del tráfico, el de la gente, y el de los pájaros (si es que tienes suerte).
Entre tanto ruido, me reconfortó escuchar, en un simple paso de peatones, cómo un chico le decía a su novia: «Estás guapísima». Era como leer un precioso haiku entre tanta prosa torpe.
Cuando me giré, me di cuenta de que él le estaba haciendo una foto. No estoy seguro si ocupé parte de su foto, pero, al menos, estoy seguro de que sonreí al menos igual que la protagonista de la foto.
Aunque las comparaciones son odiosas, me alegra vivir cerca de un parque, ya que me recuerda a la primera vez que viví solo. Si bien es verdad que el piso no era gran cosa, el camino hacia él nunca me dejaba indiferente.
Dentro de la urbanización, el camino que llevaba al edificio que albergaba mi casa hacia eses, como se tratara de una serpiente de cascabel que se quisiera escurrir entre el césped cuidado que estaba junto al parque donde jugaban los niños, o como si quisiera seguir reptando hasta la parte más alta, donde se veían las estampas más bonitas de la ciudad.
Muchas veces odié ese paseo, ese camino que me hacía pensar en lo que echaba de menos a ciertas partes de mí mismo que brillaban por su ausencia; sin embargo, ahora que lo veo desde lejos, era un camino agradable que significó el comienzo de muchas cosas.
La tele está a un volumen lo suficientemente alto como para sentirme acompañado, pero lo suficientemente bajo como para que no me moleste y pueda dormir. El libro que estoy leyendo —joder, cómo echaba de menos leer— ya descansa en la mesita de noche, y el ventilador está a tope. Y ahora toca el ritual de siempre: pensar en lo que he hecho en el día, dar unas cuantas vueltas en la cama para encontrar la posición perfecta y, una vez dispuesta, empezar a soñar.
Qué chulo es soñar. Es como viajar, como experimentar cosas nuevas, como ver una película a la que no puedes darle a rebobinar. Y aquí, mientras pienso en lo que he hecho en el día, busco la posición perfecta y me dispongo a soñar, me doy cuenta de que tampoco se diferencia tanto a vivir, ¿no?
Leer el periódico en papel ya no está de moda. Se me hace muy complicado encontrar uno en el bar donde suelo ir a desayunar; sin embargo, ese día alguien se había olvidado el suyo y decidí ir directamente a la sección de reseñas literarias.
«“Conexiones» trata de la vida misma, de los amores más ingenuos y del dolor más profundo. En las 256 páginas de la edición de bolsillo, nos encontramos la historia de Gael, un profesor que, llegado a la treintena, hace una revisión de su vida personal y amorosa a través de los diarios que ha ido escribiendo durante su adolescencia y su adultez. Los encuentros, desencuentros y reencuentros que se suceden en esta ligera novela nos emocionarán, nos harán reír y, sobre todo, nos harán reflexionar. Una genial obra debut. ⭐⭐⭐⭐»
Esa noche me fue difícil conciliar el sueño, pero ahora se había ido la presión y sentí alivio. Qué bonito es que hablen así de tu obra.
Me acuerdo de cómo bailaba la gente, de cómo sonaba la música, de cómo brillaban las luces… pero de lo que más me acuerdo es de cómo me mirabas. Y de cómo me sigues mirando.
«En mi 𝓋𝒾𝒹𝒶 hay muchas cosas que se me escapan, pero hay otras que sí están bajo mi jurisdicción».
—Liz Gilbert, ‘Come, reza, ama’
Nunca he sido mucho de escribir a ordenador; de hecho, muchas veces, lo detesto. No sé si se debe a porque trabajo escribiendo en formato digital o porque encuentro el placer en agarrar el bolígrafo y deslizarlo por el papel con mis palabras, pero la verdad es que no disfruto en demasía escribir frente a una pantalla.
Cuando he sido feliz escribiendo, ha sido, especialmente, en mi adolescencia, cuando escribía más a menudo, cuando necesitaba sacar de mi mente descontrolada los sentimientos que sobrevolaban mi cabeza y mi corazón.
La mesa de madera, que crujía un poco cuando me apoyaba sobre ella para escribir, la habíamos recogido de una antigua mudanza; la silla, incómoda y agradable a partes iguales, más de lo mismo. Siempre tenía como compañeros los deberes que me quedaban por hacer o aquel libro que jamás había terminado. Pero lo más importante era la luz que me otorgaba ese flexo que me acompañó tantísimas noches en la que me preguntaba (y exteriorizaba a través de la escritura) «¿Quién soy?». Por desgracia, jamás recibí respuesta.
Todavía me acuerdo del sentimiento de apuro que tenía al recoger todas las maletas de la casa. No quería estar ni un minuto más entre esas paredes, aunque la razón por la que supuestamente tenía que darme prisa no tendría lugar hasta meses después; sin embargo, tanto él y yo acordamos no anunciar nada por temor a las posibles represalias que se pudieran suceder en los días que vendrían.
Y es que cambiar de ciudad y dejar una relación no es algo fácil… normalmente, claro está. Para mí, fue una decisión casi instantánea, necesaria, reposada y pensada: tenía que alejarme de él y de todo lo que significaba ser suyo. «El amor viene y va», me dije, pero parecía que él no lo entendía. Así que tuve que improvisar una huida, una vía de escape que me hiciera renacer y volver a ser yo mismo.
Y si me acuerdo del apuro, ¿por qué no recuerdo también los momentos buenos? Porque posiblemente nunca existieron.
«El cielo está cansado ya de ver la lluvia caer».
(‘Inevitable’, de @shakira)
🔹🔹🔹
Hay momentos y personas que te marcan como un tatuaje. Vaya putada. Conseguir quedarse en el recuerdo de alguien es meritorio, pero hacerlo por romperle el corazón a alguien no es la mejor medalla que nos podemos poner y vestir orgullosos en la pechera. Si la gente supiera cuántas medallas se ponen algunos precisamente por esa razón…
«Runnin’ outta time
Wishin’ you would come and save me»
(‘bad idea’, de @arianagrande)
🔹🔹🔹
Relatar la vida con las palabras adecuadas no es siempre fácil. Incluso para alguien leído, es complicado describir el suspiro de alivio que da uno cuando te falla el WiFi precisamente cuando has mandado la declaración de sentimientos más sincera y WhatsApp ha decidido que tu sinceridad se quede en el baúl de los mensajes por enviar. Otra vez será.
«Si se pone complicado, es el momento.»
(‘Comunicado de prensa’, de @don_patricio)
🔹🔹🔹
Justo en el momento en el que creía que todo empezaba a derrumbarse, aparece aquella luz que ilumina el camino que debo seguir. Y aunque mi cabecita tenga una voz que dice que todo esto es una tontería, yo creo que es el momento de empezar a creer de una puta vez que todo puede ir bien. Veamos qué nos depara el futuro.
«I’m waiting for it, that green light, I want it.»
(‘Green light’, de @lordemusic)
🔹🔹🔹
El verde nunca ha sido mi color favorito, pero estoy esperando a que me des luz verde para poder pisar el acelerador y salir corriendo hacia ti.
«Te quiero pero solo un poco.
Todo no va a ser para mí.»
(‘Chocolatito’, de @polgranch)
🔹🔹🔹
Dicen que todas las historias bonitas comienzan con un café. No tengo ni puta idea de por qué tiene que ser con un café y no con una mirada, o con un abrazo, o con un mal comienzo. Pero nosotros no tomamos café, así que tendrá que ser una historia de esas para olvidar. ¿No te da pena que no nos invitáramos a tomar un espresso rápido antes de fundirnos en uno?
«Todo ha sido raro, pero lo haría otra vez.»
(‘Nuevo verano’, de @amaia)
🔹🔹🔹
Muchos dicen que es mejor arrepentirse de lo que no hemos hecho que de lo que hemos disfrutado haciendo, y no podría estar más de acuerdo, y más en una época en la que solo pienso en hacer, estar, vivir, comer, dormir, soñar con lo que me hace feliz. ¿Que me he equivocado? Seguramente. ¿Que habría que mejorar muchos aspectos de la vida que estamos viviendo? Por supuesto.
Pero si no hubiéramos seguido ese camino, quizás hoy no estaríamos aquí.