
Hay temas que son difíciles de abordar, precisamente por las problemáticas que supone no solo hablar de ello, sino también tener visiones extremas acerca de estos temas. En otros artículos de la serie «Tenemos que hablar» hemos abordado temas como los certificados de idiomas y de un tema tan crucial como los trabajos de fin de grado. Hoy vamos a hablar de un tema tan complicado como revolucionario: la inteligencia artificial, que está convirtiendo el panorama del campo de los proveedores de servicios de idiomas… y no especialmente desde un punto de vista positivo.
En la actual revolución tecnológica, la inteligencia artificial ha irrumpido en el mercado de la traducción prometiendo eficiencia y precisión sin precedentes; sin embargo, este avance no se libra de las críticas ni de las (obvias) preocupaciones para los traductores humanos. En este artículo, vamos a explorar de manera crítica el impacto de la IA en la traducción e interpretación, además de ofrecer una revisión de las luces y las sombras que se proyectan sobre el panorama lingüístico actual y futuro.
La automatización en el mercado de la traducción ha brindado resultados sorprendentes en términos de velocidad y accesibilidad, especialmente si comparamos los resultados actuales con los de hace tan solo 10 o 15 años; sin embargo, la calidad de estos textos traducidos sigue siendo un escollo difícil de superar. Los sistemas de inteligencia artificial, aunque tengan la capacidad de procesar grandes volúmenes de datos, normalmente carecen de sensibilidad y comprensión profunda de la cultura, y prácticamente nunca tienen en cuenta el contexto en el que se encuentra el texto original, lo que resulta en la mayoría de ocasiones en traducciones que, si bien son gramaticalmente correctas, no tienen la riqueza ni los matices que podemos encontrar en los textos producidos por humanos.
Además, la dependencia excesiva de la inteligencia artificial puede conducir a una homogeneización de las traducciones y también de los textos, haciendo que dejen de existir las peculiaridades que hacen que cada lengua (y que, por lo tanto, cada texto que leemos) deje de ser única; de hecho, es algo que pasa en redes sociales como LinkedIn, donde muchos profesionales del sector lingüístico y ajenos a él utilizan herramientas como ChatGPT para producir textos comerciales o de discusión, y la falta de naturalidad, el uso excesivo de elementos no lingüísticos —como los emojis—, y la inclusión de preguntas para que la gente se anime a contestar hacen que esta y otras redes se hayan convertido en una cadena de producción de textos generados por herramientas como las mencionadas. Así, se plantea la pregunta desde un prisma crítico de si la eficiencia supuestamente proporcionada por la IA justifica la pérdida potencial de la riqueza cultural y lingüística.
Asimismo, a medida que la inteligencia artificial está cada vez más integrada en los mercados laborales, como el de la traducción o el doblaje, surge la preocupación inevitable del desplazamiento laboral. La automatización de tareas rutinarias puede reducir la demanda de traductores humanos en ciertos contextos, generando interrogantes sobre la sostenibilidad de ciertos estudios y profesiones a largo plazo. Por ejemplo, hemos visto que en los últimos meses han despedido al equipo de traductores de Duolingo para trabajar con sistemas de IA, además de que hay otras empresas que producen directamente su contenido en español a través de estos generadores de textos, lo que produce resultados más bien nefastos.
Por si no fuera poco, tenemos que tener en cuenta que la inteligencia artificial no es imparcial y no está exenta de sesgos inherentes a los datos con lo que se entrena. Esto puede provocar que las traducciones contengan estereotipos culturales o prejuicios, por lo que habría que abordar activamente esta problemática para que la IA garantice traducciones justas y sensibles con la cultura a la que se refieren.
Aunque la IA sí que ha avanzado en cuestiones como la gramática, sigue siendo limitada en su capacidad para comprender la creatividad humana y los matices del lenguaje que sí que tenemos los traductores humanos, como los juegos de palabras, las expresiones idiomáticas o los dobles sentidos, que se le suele escapar a la capacidad de la inteligencia artificial. La comprensión del contexto también presenta desafíos, ya que los sistemas de traducción automática en los que se basan estos generadores de textos pueden malinterpretar con facilidad ciertos términos o frases sin la capacidad de discernir el significado subyacente, lo que plantea dudas sobre si la IA es idónea para contextos más delicados, como la traducción médica o la jurídica.
En mitad de todos estos nuevos contextos, nos encontramos con una necesidad de legislar de forma activa sobre la inteligencia artificial. Cada vez es más evidente que la tecnología supera la capacidad de los marcos éticos y legales existentes, por lo que es crucial establecer directrices claras y principios éticos para garantizar que el desarrollo y la implementación de la IA, en caso de que se disponga, respeten los derechos, los valores y la diversidad cultural. En la Unión Europea ya se está empezando a debatir sobre la Ley de la Inteligencia Artificial, la primera legislación en el mundo sobre este tipo de cuestiones, y que tendrá en cuenta aspectos como el riesgo que supone la IA en diferentes ámbitos. Tendremos que ver si es suficiente.
Asimismo, la legislación debe abordar no solo los aspectos éticos, como la transparencia en los algoritmos y la gestión de los sesgos, sino también los impactos laborales. En este aspecto, la colaboración entre los gobiernos, las empresas y los expertos en lingüística es esencial para construir un marco legal que guíe el desarrollo de la IA de manera ética y responsable, protegiendo a los usuarios y a los profesionales del lenguaje.
También hay que tener en cuenta la problemática que supone que ciertas empresas en el campo de la traducción, de la lingüística y de otros campos afines hayan decidido formar parte de esta ola para lucrarse. En los últimos meses, hemos visto cómo empresas con renombre en el campo de la formación han decidido saltar a la piscina de la inteligencia artificial y de la traducción automática a través de formaciones, cursos y seminarios, siendo este uno de los principales problemas que tenemos los que nos dedicamos a los campos afectados (que se ven en este artículo, y que, evidentemente, no son los únicos): si tenemos el enemigo en casa, ¿cómo podemos plantarle cara al monstruo que supone la inteligencia artificial en la mayoría de los casos?