La vida traducida en casete

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Estos momentos del año siempre me han parecido curiosos. En todo el mundo hay personas muy diferentes, pero hay algo en lo que coincidimos muchos: nos ponemos a pensar en qué es lo que ha pasado durante los más de 300 días y noches anteriores a las doce campanadas, en todo el bien que nos ha pasado y, de forma inevitable, también en todo lo que podríamos haber mejorar. Me parece curioso porque todos tenemos el vicio de pensar que el 31 de diciembre todo se reinicia, que todo para durante un segundo para que hagamos nuestros planes.

Precisamente, bajo esta situación, leí que muchos creen la vida es como un disco en el que todas las pistas son diferentes y en el que, antes de que empiece la siguiente, hay una pausa de unos segundos. Como si el cantante necesitara respirar o los músicos tuvieran ese tiempo para descansar o cambiar de instrumentos. Sin embargo, yo veo la vida más parecida a una cinta de casete. En el casete, el contenido está distribuido sobre una cinta de manera ininterrumpida. Todo es un continuo, no hay botón de pausa ni de stop. Y por eso tenemos que adaptarnos a lo que venga, hacer nuestros planes, vivir la vida que queremos vivir y ser los cantantes de esa cinta a la que llamamos vida, y no limitarnos a ser meros coristas.

Este 2015 ha estado lleno de canciones de todos los tipos: primero llegó aquella que trata del final de la época universitaria (de momento) y luego se grabó una sobre un libro que trataba sobre traducción. Después tuve un par de colaboraciones en las que aprendí a cantar un poco mejor y también he tratado de tocar otros estilos diferentes al mío. Componer también ha sido algo prioritario durante estos 12 meses, y espero que sean canciones que pueda escuchar pronto.

Dejando los casetes a un lado y volviendo a la vida real y al lenguaje figurado, estas 53 semanas se podrían resumir en la palabra «emoción». Terminé el 2014 convirtiéndome, por fin, en un egresado de Traducción e Interpretación y ese fue precisamente el momento en el que me propuse que el 2015 tenía que ser el año en el que convirtiera los planes y los sueños en recuerdos.

Así empecé editando y publicando de forma independiente mi libro Diario de un futuro traductor, una obra que recoge los mejores momentos de un proyecto que me vio crecer como estudiante, como profesor y orientador vocacional y también como traductor durante más de cuatro años. Gracias a la Asociación de Estudiantes de Traducción e Interpretación y al Encuentro Nacional de Estudiantes de Traducción e Interpretación pude hacer una minigira en la que presenté el libro a la que denominé #futurotraducTOUR. Estuve con traductores, presentes y futuros, en Málaga, Granada, Alicante y Barcelona, aunque muchos me han leído desde Galicia, Madrid y otras partes de España. Estoy muy contento con el resultado que ha tenido este proyecto en mí y en los estudiantes.

También se ha hecho realidad la madurez en el plano profesional, que es algo que quería hacer sí o sí este año. Precisamente en mi libro dije que ser «traductor no se consigue haciendo los 240 créditos de la carrera, que eso se gana fuera, y que yo, a día de hoy, me siento traductor de verdad». Es una actitud que siempre he intentado llevar a cabo y lo pude conseguir al empezar a trabajar como traductor y redactor autónomo y ofrecer mis servicios a través de ismaelpardo.com, una microempresa de servicios lingüísticos y de comunicación a la que espero querer, cuidar y alimentar durante mucho tiempo. Siento que llevar a cabo todo esto es algo especial porque, como acabo de mencionar, es un proyecto en el que me embarco de manera «madura» e independiente: siempre he tenido a compañeros y compañeras que han sabido ayudarme y orientarme, pero ahora soy yo quien debe tomar el timón de este barco, aprender a navegar y esperar encontrar destinos emocionantes y sorprendentes.

Mi último proyecto se llama Coordenadas y supongo que el momento perfecto para empezar este pequeño diario de a bordo era este año: si no quiero perderme, pero sí que quiero seguir llevando palabras al mundo, lo mejor es que registre los viajes y consiga hacer un mapa para que, al consultarlo en el futuro, pueda recordar las aventuras que he vivido a lo largo de los años. Estoy muy ilusionado con esta nueva vuelta de hoja a lo que siempre he intentado hacer: escribir con naturalidad temas profesionales para que interesen a muchos.

En resumen, el 2015 ha sido un año emocionante en el que he disfrutado, he aprendido, he trabajado y he vivido como he querido. Debo agradecer desde aquí a todos aquellos que me han acompañado durante estas canciones de este casete tan especial, a todos aquellos que han puesto su acorde o que me han ayudado a componer, pero, sobre todo, muchas gracias a todos los que escucháis mi música y a todos los que viviréis conmigo los conciertos.

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