La autoedición: el «do-it-yourself» en la industria editorial

book-1066112_1920

Hace años, comencé sin querer un proyecto que me haría trabajar durante más de cinco años. Se trataba de un pequeño diario que, poco a poco, se convirtió en un trabajo a tiempo completo que me hizo documentarme, conocer mi profesión y orientar a muchos que deseaban trabajar en los mismos campos en los que trabajaba yo. Ese proyecto se llama Diario de un futuro traductor y, gracias a la autoedición y a las opciones existentes para la publicación independiente, pude convertir mi blog de traducción en un libro.

Pero, antes de nada: ¿en qué consiste la autoedición? Ese fue el hilo conductor de mi charla La autoedición: el «do-it-yourself» en la industria editorial que presenté en Letrartulias, una iniciativa que aúna letras, café y charlas amenas promovida por la traductora Eugenia Arrés en su oficina de Granada. Tuve la oportunidad de poder contar mi experiencia con este tipo de movimiento cultural que cada vez está ganando más adeptos.

Quizás no muchos sabéis de qué trata la autoedición, y la verdad es que yo tampoco antes de investigar las opciones con las que podía llevar adelante la publicación de mi libro. Sabía que, si quería ver mi obra publicada, tenía que contar con algún medio independiente para hacerlo, por diversos motivos que contaré más adelante; sin embargo, decidí investigar sobre la edición independiente y los medios que había disponibles para llevar a cabo este proyecto.

***

¿Qué es la autoedición?
La autoedición se refiere a un proceso mediante el cual el autor realiza sobre su propia obra las tareas propias de un editor, como la corrección ortotipografía, la maquetación del libro o la valoración de otros factores, como la portada, la sinopsis o el estilo. Aunque sé que existe una diferencia con la autopublicación, el uso de ambos conceptos como palabras sinónimas está bastante extendido y en mi charla los usé indistintamente. En este caso, también entran en juego otros puntos que hay que tener en cuenta, como qué editorial o qué perfil de editorial independiente nos interesa más para nuestra obra, según nuestro presupuesto o nuestras intenciones a la hora de presentar la obra (si es una impresión para comercializar o no, por ejemplo).

Cuando un autor cuenta con una editorial, «solo» se tiene que preocupar de escribir la obra y presentársela a los editores, algo que no ocurre cuando trabajamos de manera independiente: nosotros nos tendremos que ocupar de todo lo referente a la obra, tanto antes de publicarla, como durante el proceso y, evidentemente, tras haberla publicado. Como cualquier libro editado en España, nuestro libro necesita ciertas formalidades antes de salir al mercado.

De nuestro tiempo y nuestro bolsillo tienen que salir todo lo necesario para la publicación de nuestro libro: el registro en la base de datos del ISBN, un número que identifica al libro en el conjunto de obras publicadas en el mundo; el depósito legal, una entrega de un cierto número de ejemplares que la ley obliga a toda editorial o imprenta a una o varias agencias; y, evidentemente, la impresión y distribución de la obra, que veremos más adelante cómo se hace.

A primera vista, parece que publicar de manera independiente tiene muchas trabas, como toda la inversión que tenemos que hacer para ver nuestro sueño de ser escritores hecho realidad: al ser una producción propia, el autor debe pagar prácticamente todo lo referente a la publicidad, los viajes que pueda organizar para promocionar el libro, la impresión de los ejemplares y otros factores ya mencionados.

Además, no todos los autores independientes saben cómo o dónde publicitarse, mientras que las editoriales pueden llegar a tener equipos específicos para dedicarse al marketing de la obra. Asimismo, podría decirse que cualquier libro, sea de la calidad que sea, puede ver la luz, y eso no es siempre positivo: las editoriales marcan, socialmente hablando, un tipo de control de calidad que los autores que piden que sean publicados tienen que superar para ver su obra editada.

Sin embargo, publicar de manera independiente tiene algunas ventajas que nos van a querer hacer seguir con nuestra meta de ver nuestro libro en «papel y hueso». Hemos dicho que, en nuestro caso, las editoriales no existen, por lo que no tendremos que tener el visto bueno de una empresa para que nuestro libro se pueda publicar, sino que el autor es el único filtro con el que cuenta nuestro trabajo antes de que vea la luz. El hecho de no tener que rendirle cuentas a ninguna persona externa a la obra nos hace tener mucho más control sobre ella, por lo que podemos escribir de lo que queramos, aunque nuestro público no sea el propio para un best-seller, por ejemplo.

Otra ventaja es que podemos poner nuestra obra a la venta nada más recibir los ejemplares impresos, algo que no suele pasar con las editoriales: hacen un estudio de mercado para ver cuándo es la mejor fecha, y puede que el autor no vea su obra publicada en meses. El precio final de venta al público es algo que también nos puede acercar a la edición independiente: hay muchos intermediarios en las publicaciones tradicionales, y todos se tienen que llevar su parte, por lo que tenemos más margen a la hora de decidir el precio que le queremos poner a nuestro trabajo. Asimismo, gracias a ese margen, podemos recibir más recompensas por nuestro trabajo a través de los derechos de autor.

***

El momento de publicar
Aunque las posibilidades y las combinaciones para publicar de forma independiente son casi infinitas, voy a mencionar los dos perfiles de autoedición para papel y otras dos opciones para la versión electrónica que he considerado más importantes.

La primera sería considerar la opción de editar en una editorial «abierta», como Bubok o Lulu, en la que el autor sube su obra y no se tiene que preocupar de casi nada más, excepto de pagar los servicios editoriales que necesite la obra, como pueden ser la maquetación, la corrección del manuscrito o el registro en la base de datos del ISBN. Una de las características con las que se promocionan este tipo de editoriales es la opción de impresión bajo demanda; es decir, la editorial manda a imprimir una serie de ejemplares según vayan llegando pedidos a través de la página web. En el caso de estas dos editoriales, la «impresión bajo demanda» no es algo real, pues el autor tiene que pagar previamente un stock para que el libro esté disponible.

No ocurre lo mismo con el proyecto de autoedición de Amazon, CreateSpace, en el que no existe la posibilidad de adquirir tantos servicios editoriales (aunque te hacen un estudio exhaustivo de la obra para ver errores en la maquetación, por ejemplo), pero cuya impresión bajo demanda es real: un cliente pide su libro a través de Amazon, lo mandan a imprimir y lo envían al domicilio de la persona o las personas que lo han pedido. Esta disponibilidad hace que no sea tan rentable imprimir

Otra opción para publicar en papel es la autoedición y publicación independiente pura y dura: nosotros editamos el manuscrito a través de un documento Word o a través de un proyecto de InDesign, nosotros hacemos los registros necesarios para que nuestra obra pueda venderse legalmente y mandamos nuestro manuscrito a imprentas independientes a través de las cuales podamos hacer que nuestro libro sea una realidad tangente.

En versión eléctronica podemos usar el programa Kindle Direct Publishing, la apuesta del gigante Amazon por la autoedición en libros electrónicos. Solo necesitamos tener una edición maquetada de nuestro libro en versión ePub o mobi (la versión más compatible con los lectores Kindle) y todos los registros necesarios. SI no queremos trabajar con un intermediario como Amazon (KDP te pide exclusividad de la obra), también podemos subir esta misma maquetación a nuestra página web y venderlo de forma independiente o a través de alguna tienda virtual como Shopify.

***

La industria editorial vs. la industria de la traducción
No todas las industrias pueden compararse; sin embargo, creo conveniente hacer una comparativa entre la industria editorial y la industria de la traducción y de la interpretación, dos campos que, a pesar de no estar necesariamente emparentados de manera empresarial, tienen varias similitudes que hay que tener en cuenta.

Una de las similitudes que considero más importantes es que ambas industrias se guían por perfiles determinados o especializaciones específicas; es decir, una editorial como Almena Ediciones, cuya especialización es la publicación de obras de inspiración militar, jamás publicaría un libro de ciencia ficción, como tampoco una empresa de traducción que esté solo especializada en ciencias médicas posiblemente no acepte un encargo de un cliente que necesita la traducción de un texto de temática industrial.

Podemos decir que las principales razones del acotamiento de las diferentes temáticas vienen dadas por las necesidades del mercado, por un lado, y la oferta y la demanda de un producto o servicio, por otra. La primera es obvia: ninguna empresa va a dedicarse a trabajar en algo para no recibir ningún tipo de prestación, como pasa con las editoriales con cierto tipo de obras o con algunos traductores que eligen no trabajar en ciertos campos por ser poco rentables.

Por otro lado, la oferta y la demanda hace que la industria editorial, por una parte, sea capaz de apostar por un tipo de obra en cuestión: los motivos son varios, como que una editorial esté especializada en una cierta temática, como antes hemos comentado, o que se anime a publicar un tipo de libro que se esté vendiendo bien, como pasó con el fenómeno Cincuenta Sombras de Grey y toda la literatura erótica que surgió a partir de este movimiento, o toda la literatura con tintes románticos y sobrenaturales como Crepúsculo que se escribió tras la trilogía protagonizada por vampiros y hombres lobo y que inundó las librerías de todo el mundo.

En la traducción también pasa algo parecido: las empresas de traducción y los profesionales autónomos de este campo tenemos que especializarnos por diferentes razones, siendo una de las principales que nuestra especialización sea rentable. Recuerdo que publiqué algo sobre el tema en Diario de un futuro traductor, en un artículo al que titulé «El dinero (no) es nuestro dios», en el que explicaba que un estudiante quería traducir exclusivamente películas de gore. Está muy bien tener la intención de querer dedicarnos a algo que nos motiva, pero dedicarnos a un campo tan acotado de la profesión puede que no nos sea rentable como autónomos, ni creo que ninguna empresa tampoco se dedique a ofrecer la traducción de un solo tipo de textos.

La oferta y la demanda también está relacionada: si en la industria editorial aprovechan los recursos del mercado, como el gusto por cierto tipo de obra y las consiguientes ventas, en la industria de la traducción pasa algo parecido. Es poco rentable tener a ochenta traductores de noruego contratados en una empresa si los proyectos que dicha empresa recibe de noruego son mínimos, por poner un ejemplo claro.

***

Caso práctico: Diario de un futuro traductor
Escribir siempre ha sido una de mis aficiones. Desde bien pequeño, me he dedicado a desahogarme, en tono de realidad o de ficción (según se diera el caso), a través de las historias que iba recopilando en las miles de libretas con las que me he ido haciendo a lo largo de mi vida. Sin embargo, en el proyecto en el que más he invertido libretas, bolígrafos y tiempo ha sido en Diario de un futuro traductor, un blog que nació con la intención de informar a estudiantes presentes y futuros de qué se encontrarían en la universidad debido a la instauración del plan Bolonia.

El contenido del blog no se pareció en ningún momento a las primeras ideas que tuve, aunque no es una crítica: me sentí muy cómodo escribiendo sobre el contenido que se me iba ocurriendo, desde una idea que pensé en una clase de lengua inglesa («El caso del sujeto elevado») o un pequeño estudio lingüístico sobre el lenguaje usado en las redes sociales («Neologismos sociales: connecting people?»). Sin embargo, cuando empecé a trabajar como traductor, cuando empecé a sentirme un pequeño profesional en ciernes, empecé a no sentirme cómodo con el título de mi blog: no me representaba al 100 % con el título autoproclamado de «futuro traductor».

Fue durante el descanso de verano del segundo curso al tercero cuando pensé en qué era lo que podía hacer para dividir esa etapa de formación universitaria pura y dura, y la realidad profesional que estaba viviendo. Cambiar el título del blog habría sido una opción más o menos valida, aunque, irónicamente, quería mantener intacta la esencia del futuro traductor que hasta entonces me había dado tantísimas oportunidades de desarrollarme como orientador, traductor y redactor. Crear otro blog también habría sido una buena idea, aunque ya sabemos lo difícil que es cambiarle las costumbres al público: pasa muchas veces cuando las televisiones deciden cambiar el día de emisión de algunos programas, que la audiencia se despista y prefiere dejar de seguir el contenido.

Cuando estaba a punto de darme por vencido, descubrí las editoriales Bubok y Lulu, que permiten, como he mencionado antes, subir el manuscrito y dejar que la empresa en cuestión se dedique a completarla con la edición y las tareas propias de un editor. Sin embargo, aún seguía siendo estudiante y todo presupuesto que se me ofrecía me parecía demasiado caro. Decidí, entonces, dejar el proyecto para más adelante.

Al terminar la universidad, ahorré un poco de dinero y decidí volver a abrir esta página de la historia. Durante más de seis meses, estuve investigando, editando y pidiendo presupuestos, mientras terminaba de hacer los registros pertinentes. Al final, pude maquetar mi libro gracias a las nociones de Edición y revisión editorial que adquirí durante el último año de universidad y gracias a la orientación de personas tan importantes como Antonio Martín (Cálamo&Cran), Vicente Fernández (profesor de Edición y revisión editorial de la Universidad de Málaga) y Jacobo Gómez (editor de Lituralia). Conté con la imprenta Printcolor para imprimir mis libros, ya que las pruebas que hice con ellos me gustaron muchísimo y creí que era un presupuesto justo para lo que quería.

Presenté ante el mundo las versiones física y electrónica el día 4 de marzo de 2015 a través de una tienda que monté en la página web donde estaba alojada el blog anteriormente, y la gente iba haciendo los pedidos a través del correo electrónico y de las cuatro presentaciones en las que hablé del libro y del proceso de edición de este. Cuando terminé el stock, decidí que era la hora de pasarle el testigo al gigante Amazon a través de sus iniciativas KDP y CreateSpace.

Ahora que echo la vista atrás, creo que vendí los 200 libros que imprimí y las versiones electrónicas en mi tienda virtual primero y luego en Amazon gracias al público tan fiel que me ha seguido con este proyecto durante todos estos años y, supongo, que por el principal motivo por el que creé el blog: la desinformación que hay acerca de la carrera y el interés increíble que tienen los futuros traductores por saber del mundo.

La posibilidad de publicar sin editorial era algo que también me llamaba mucho la atención, pues ninguna empresa se iba a interesar por un libro que viniera de un proyecto tan «pequeño» y con tantos riesgos comerciales como podía ser Diario de un futuro traductor. Además, si contara con una editorial, no podría haberle cambiado el precio por las promociones que se me hubieran ocurrido o porque crea que el precio no se ajusta al poder adquisitivo de mi público (en general, estudiantes).

Soy una persona positiva, pero creo que algunos inconvenientes que ha tenido este proyecto hay que mirarlos con lupa. El público es demasiado pequeño como para poder vender una obra en números estratosféricos (aunque nunca fuera mi pretensión) y, aunque la obra tuvo éxito cuando era blog, el libro no tuvo la misma «suerte» (aunque vender 200 ejemplares desde casa no está tan mal). Supongo que es porque leer contenido gratuito y desde la pantalla de tu casa, porque te lo encuentras en Twitter o porque, simplemente, eres seguidor, es mucho más fácil que ir a una librería (virtual, en este caso) y comprar el libro. Además, no pude acordar todas las presentaciones que pretendía y ni en todas se compraron libros (porque ya los habían comprado en línea o por mil razones más) ni adquirí más público del que naturalmente ya iba a adquirir Diario de un futuro traductor.

***

Conclusiones
De la exposición, pude sacar varias conclusiones, aunque la verdad es que casi todo el público que acudió a las Letrartulias también estuvo de acuerdo con todo el debate que surgió.

Evidentemente, la publicación independiente es un proceso arriesgado: somos los únicos jefes de proyecto al frente de todo este torrente de información, presupuestos y opciones, como si el de escribir no fuera suficiente. Toda esa cara es la que no se ve cuando un autor «normal» publica una obra, el «riesgo» que conlleva publicar: nadie sabe cómo puede reaccionar el público ante una obra, sea del autor que sea.

También observamos que el poder cambiar el precio, el formato de venta (ya sea electrónico, en papel, en alguna promoción que incluya los dos formatos) o las diferentes libertades que nos podemos tomar en otros ámbitos no se pueden hacer (o puede ser mucho más difícil) si trabajamos junto a una editorial, y pueden ser factores determinantes para el éxito.

No estamos solos si no sabemos hacer alguna de las tareas del editor: existen empresas que pueden hacernos el trabajo muchísimo más fácil, empresas que ofrecen servicios para orientarnos y trabajar con nosotros de manera más colaborativa.

A pesar de las trabas, todas las ventajas las superan. Todos tenemos las posibilidad de escribir nuestra propia aventura, y eso no lo compra nadie.

***

Podéis leer más acerca del tema de la autoedición en todos estos artículos que he recopilado acerca de la publicación independiente y de cómo ha cambiado el panorama editorial: