Razones por las que no abriría un pódcast (y una por la que estoy buscando micrófono)

Llevo con la idea romántica de abrir un pódcast desde hace casi más de diez años. Por aquel entonces, aún me dedicaba a la traducción y, junto a Eugenia Arrés, amiga y compañera de profesión, pude participar en algunos episodios de Traducción sin cortes, uno de los primeros proyectos ¿multimedia? relacionados con el mundo de la traducción y usando el mercado y el mundo de la traducción como hilo conductor.

Hace unos días se me volvió a pasar por la cabeza la idea de compartir mis ideas a través de algún medio de Internet; precisamente ahí, en la red, me encontré a mí mismo buscando micrófonos para poder grabar algún vídeo, por ejemplo en TikTok, pero, nada más me di cuenta de los precios de los micrófonos y de la mera idea de verme delante de una cámara, desistí. Me pudo la inseguridad, no os voy a mentir. ¿Vídeos cortos? ¿Un pódcast? ¿De qué exactamente? ¿Tenía que ser sobre educación, mi profesión o de algún que otro hobby?

Me abrumó solo la idea de cargarme un poco más la agenda para pensar, grabar, editar, subir y promocionar más contenido en la red. Si es que bastante tengo con hablar en clase, escribir en el blog, y discutir mentalmente con los sabelotodo de la educación cada vez que publican una frase motivacional sobre «aprender a aprender».

Y sin embargo, aquí estoy: escribiendo un artículo sobre las razones por las que no abriría un pódcast (o cualquier cosa que se le parezca)… mientras una parte de mí se pregunta cómo sonaría mi voz al decir «bienvenidos a otro episodio de…». Porque una cosa está clara: si algo define al profesorado de hoy en día es esa contradicción constante entre el rechazo y la tentación. Rechazamos las modas, pero luego caemos en ellas. Nos quejamos del exceso de estímulos, pero seguimos añadiendo más. Así que, antes de que mi tienda online de confianza me vuelva a sugerir micrófonos porque están en oferta, dejo por aquí las razones por las cuales no me metería en un proyecto así (y una razón por la que a lo mejor sí que me apetece).

Podéis leer también otras entradas en esta sección: por qué dejaría de ser docente, por qué dejaría de opositar, por qué el Máster de Profesorado no es la mejor opción para todo el mundo, por qué jamás haría un doctorado, por qué dejé de trabajar con academias, por qué nunca he pedido cartas de recomendación y por qué dejé de ser traductor autónomo.

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Razones por las que no haría un doctorado (y una por la que me atrevería)

Al estudiar Traducción y darme cuenta de que me interesaba más la docencia, aunque es una historia que ya he contado mil veces, también me di cuenta de que me interesaba muchísimo la investigación; de hecho, aunque fuera en ocasiones puntuales, he llevado a cabo algunos estudios más o menos relacionados con los idiomas, la docencia o la orientación profesional y académica. En muchas ocasiones, de hecho, siempre me dije a mí mismo que quería hacer el doctorado. Y ahora que nadie nos lee, debo admitir que he solicitado en alguna que otra ocasión el acceso a los Programas de Doctorado de la Universidad de Málaga.

El doctorado es considerado el culmen de la educación académica, un camino que no solo demanda años de estudio y esfuerzo, sino también una profunda dedicación y pasión por la investigación. Sin embargo, a pesar de que tiene ciertas ventajas y prestigio, hay varias razones por las que alguien podría decidir no embarcarse en esta ardua travesía. En este artículo, presentado en mi serie «Razones» (como las de trabajar como autónomo, con academias, opositar, pedir cartas de recomendación, dejar de ser profesor o estudiar el Máster de Profesorado), hablo de las razones por las cuales jamás me dedicaría al doctorado y una por la cual sí que me atrevería.

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Razones por las que el Máster de Profesorado no es lo que buscas (y una por la que puede ser una buena opción para ti)

Hace ya un tiempo que llevo viendo cómo profesionales de diferentes sectores ven en el Máster de Formación del Profesorado una salida sólida a sus problemas laborales, debido a la supuesta estabilidad que ofrece la docencia (y que ya vimos que no se cumplía). No obstante, es importante tener en cuenta que esta opción no es para todo el mundo, y, sin embargo, sí que hay personas para las que esta formación en concreto es la indicada. Aunque pueda parecer una opción atractiva en cuanto a seguridad laboral, la verdad es que —al menos, en mi opinión— hay aspectos fundamentales, como la pasión y la vocación, para tener éxito en esta profesión.

En esta nueva edición de «Razones», después de hablar de otros aspectos laborales y personales (como el trabajo con academias, ser autónomo, opositar o trabajar como profesor), exploraremos las razones de peso por las cuales el Máster de Profesorado puede no ser la elección adecuada para todo el mundo, y también presentaremos una razón por la que estudiar este máster puede ser un acierto.

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Razones por las que dejaría de ser docente (y una razón por la que será mi trabajo para siempre)

Aunque es algo que he repetido en muchas ocasiones, no está de más decir que yo he sido traductor casi de casualidad, porque yo lo que siempre he querido ha sido ser profesor. Traducir se convirtió, por así decirlo, en una transición necesaria, por la que tuve que pasar para que la vida me pusiera de nuevo en mi lugar. Al final, llevo años enseñando, prácticamente desde antes que me dedicara a traducir, y es precisamente el puesto al que espero optar durante el resto de mi vida laboral.

La cosa es que no es fácil. Como veremos en este artículo, parte de la serie «Razones» que llevo escribiendo desde hace ya unos años (como las de trabajar como autónomo, trabajar con academias, opositar o pedir cartas de recomendación), el ambiente laboral actual nos pone zancadillas de forma continuada a los que queremos trabajar como docentes, ya sea por dinero, por dificultad de estabilidad o, simplemente, porque no hay trabajo relacionado con la enseñanza.

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Razones por las que nunca he pedido cartas de recomendación (y una razón por las que las pediré a partir de ahora)

Estar en paro por primera vez en casi siete años me ha hecho darme cuenta de las prioridades de la vida, pero también en qué debo hacer a partir de ahora para no caer en cierto tipo de empleos que no me convienen. Ha llegado un momento de mi vida laboral que me ha hecho recapacitar sobre qué tipo de trabajo es el que quiero hacer, y del tipo de entornos en los que me gustaría ejercer de docente (o de algún puesto complementario a la educación).

Y aunque me prometí esperar un poco más y centrarme en otros aspectos de mi vida, he estado buscando ofertas de empleo en las que pudiera encajar. A veces, incluso me he postulado yo directamente a la empresa (o empresas). Y es aquí cuando llega el quid de la cuestión… ¿Hace falta que presente referencias? Pues depende de la empresa, pero también del puesto o, incluso, de la relación que tengas actualmente con las personas que te podrían referenciar.

La verdad es que yo nunca he tenido una especial afinidad a las cartas de recomendación, porque, al final, son documentos caducos que no muestran una situación real del candidato; especialmente, si hace mucho de esa referencia de algún jefe, superior o compañero. De hecho, la función de recomendación de redes como Linkedin me parece una buena representación de lo que digo: ¿de verdad es relevante ese comentario de un compañero con el que trabajaste hace siete años?

La cuestión es que es innegable que una buena referencia puede abrirte muchas puertas. Aunque no sea un ejemplo relacionado con el mundo laboral, una carta de recomendación propuesta por una profesora que me dio clases en el Máster de Profesorado hizo que mi perfil fuera interesante para que me admitieran en el Máster en las Tecnologías de la Información y Comunicación para el Tratamiento y Enseñanza de Lenguas en la UNED, lo que me hizo pensar que posiblemente haya que pedir referencias cuando las necesitemos, pero es que hay tantos inconvenientes que abruma el solo hecho de solicitarlas.

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Razones por las que dejaría de opositar (y una por la que llegaré hasta el final)

Después de pasar por la experiencia de ser autónomo, y también de trabajar con academias y otros tipos de formación, llegó a mi mente la idea de querer ser profesor. Pero ser profesor de Secundaria no es algo fácil, y ya hemos comprobado que hay que realizar, como mínimo, una inversión de tiempo y dinero para estudiar el Máster de Profesorado, que está siendo un éxito a nivel nacional.

Las razones son varias, pero creo que la de ser habilitante —al menos, hasta antes de la pandemia del coronavirus de 2020, mediante acuerdo entre comunidades autónomas y el Gobierno Central— es una de las más atractivas, a nivel laboral e institucional, como comentamos en situaciones anteriores. Sin embargo, y hablando de razones, hay diferentes motivos por las cuales he estado pensando varias veces en dejar el proceso de las oposiciones a medias, y uno muy importante por el cual me gustaría luchar hasta el final.

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Razones por las que dejé de trabajar con academias (y una razón por la que volvería)

En marzo de 2015, empecé mi andadura como autónomo, aunque, como muchos sabéis, acabé dejándolo en junio de 2017 para dedicarme en exclusiva a la enseñanza de idiomas. Desde entonces, no he parado de trabajar en puestos relacionados con la docencia, ya sea en empresas no relacionadas con la enseñanza como en academias y centros de formación.

Dejar la traducción, como he mencionado en varias ocasiones, no fue fácil, pero dadas mis experiencias como gestor de mi propio negocio y las ofertas surrealistas que me fui encontrando durante mi tiempo como profesional freelance, la verdad es que prefería trabajar por cuenta ajena.

Mi sorpresa ha sido que, a pesar de que el servicio de formación no reglada en España goza de una salud bastante buena —gracias a la necesidad de acreditación de idiomas por parte de las instituciones universitarias, los colegios bilingües y la necesidad de unos conocimientos lingüísticos suficientes para ser competitivo en el mundo laboral—, últimamente me he encontrado con algunos aspectos de las academias que me han hecho decir hasta aquí y no volver a trabajar con ellas.

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Razones por las que dejé de ser traductor autónomo (y una razón por la que volvería)

student-849822_1920Dice Alejandro Sanz en una de sus últimas colaboraciones que inventamos Twitter para desahogarnos, y creo que tiene razón (aunque la canción en la que aparece esta referencia me parezca una mierda). Utilizamos esta red social para contar cosas que nos pasan en nuestro día a día, aunque también compartamos noticias, recursos y otros enlaces interesantes. Hace ya un tiempo que he visto como (ex)compañeros de profesión acudían a la red del pájaro azul (traductores autónomos noveles o recién egresados de la carrera) que han decidido dejar de intentarlo, dejar de querer formar parte de este gremio por las dificultades con las que se encuentran día a día en su búsqueda de trabajo y  de nuevos clientes.

Como muchos sabéis, hace más de un año que dejé de trabajar como traductor autónomo y, si bien sigo colaborando con algunos clientes antiguos de forma muy esporádica (con todo en regla, por si alguno pregunta), ahora dedico mi tiempo completamente a la docencia, ya sea trabajando o estudiando. Sea como fuere, he decidido pensar en las razones que a mí me hicieron darme cuenta de que no quería formar parte (al menos, de momento) del gremio de los traductores, aunque siempre he dicho que siempre volvería.

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