
El día 31 de enero, que empecé a trabajar como tutor de nuevo, se habían cumplido ya unos meses desde que estuviera en paro (aunque yo, como culo inquieto, empecé a buscar trabajo casi desde el principio de mi supuesto descanso) y, aunque costó que surgiera una propuesta laboral, sí que estuve haciendo entrevistas, normalmente a través de métodos electrónicos. Y es curioso lo que nos hace considerar una conversación con unos extraños acerca de nuestro futuro profesional. Y una de ellas, la que más me rondaba la cabeza, es si era la hora de dejar de buscar puestos como docente e intentar buscar en otros lares.
Es una cuestión que da mucho vértigo, y es una hipótesis que, por fin, ponía sobre la mesa: ¿y si ser docente se había acabado para mí (o, al menos, de la forma en la que había estado trabajando hasta ahora)? Teniendo en cuenta que estamos ante una situación económica, social y laboral muy delicada, es también normal que personas preparadas tengan algunos ases en la manga para enfrentarse a este tipo de problemas, y yo soy una de esas personas.
Si bien he trabajado en campos laborales, como el de la traducción, el de la formación, el de la docencia e incluso en el de la hostelería, debo decir que ahora mismo tengo algo muy claro: me apasionan los idiomas, me encanta la formación y no me importaría tener otros perfiles en cuenta que no tuvieran la docencia como punto central, al menos, en un futuro.
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