
Hace casi un mes que empezó el año y, con él, los propósitos de todos los 1 de enero. Pensar que el tiempo se divide en años y que no es un flujo continuo nos ayuda a pensar que podemos cambiar nuestra vida del día a la mañana, que el que se acuesta el 31 de diciembre no es el mismo que el 1 de enero y que todo va a ser bueno, bonito y fácil a nuestro alrededor. Pues no es así.
He dejado que pasara un mes antes de escribir este artículo por diferentes factores; entre ellos, además del poco tiempo del que dispongo al pertenecer a la poca conocida generación «sí-sí» (como apuntaba mi compañera de trabajo hace unos días), es que he querido dejar un tiempo de barbecho para ver si lo que me he propuesto cumplir durante estos doce meses tiene algún tipo de sentido.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que los propósitos pueden quedar en el olvido si no somos concretos con ellos. Decir «Quiero perder peso» es un concepto muy amplio: ese peso del que nos queremos desprender puede ser solo 1 kg; sin embargo, si nos ponemos metas específicas, más cerradas y, sobre todo, realistas, podremos cumplirlos.
Sigue leyendo…